Las reglas no son claras ni explícitas. Me escribieron para recordarme lo que jamás me habían comunicado: los padres no pueden entrar a la escuela.
La acompaño y le explico. Ella sonríe, me abraza y abre la puerta: "chau, mapi; nos vemos más tarde!". Saluda a la preceptora voluntaria con su "goede morgen" latino y la preceptora se ríe con verdadera ternura.
La sigo desde el otro lado de la ventana. Se quita la campera a su manera, se la cuelga del hombro y empuja la otra puerta con el peso de su cuerpo. Noto su mirada concentrada, desinteresada y orgullosa; es tan hermosa, tan chiquita y tan grande. Entonces se pierde en el pasillo que la lleva a su aula.
Espío por las ventanas que están a mi alcance, pero no la encuentro. Doy vuelta a la cuadra y espero descubrirla en su aula. No llega... Supongo que se habrá quedado jugando en el camino.
Desisto, a casa. Le mando un audio a mi mujer para mantenerla al tanto... Decido volver. De nuevo, del otro lado de la calle, frente a las ventanas de su aula. Entonces la veo, juega con algo sobre una mesa, se vuelve a un costado y abre unos cajones muy altos. Revisa el interior confiando en su tacto. Saca algo, se ríe y vuelve a la mesa.
Ella está bien, yo tengo que irme.
La acompaño y le explico. Ella sonríe, me abraza y abre la puerta: "chau, mapi; nos vemos más tarde!". Saluda a la preceptora voluntaria con su "goede morgen" latino y la preceptora se ríe con verdadera ternura.
La sigo desde el otro lado de la ventana. Se quita la campera a su manera, se la cuelga del hombro y empuja la otra puerta con el peso de su cuerpo. Noto su mirada concentrada, desinteresada y orgullosa; es tan hermosa, tan chiquita y tan grande. Entonces se pierde en el pasillo que la lleva a su aula.
Espío por las ventanas que están a mi alcance, pero no la encuentro. Doy vuelta a la cuadra y espero descubrirla en su aula. No llega... Supongo que se habrá quedado jugando en el camino.
Desisto, a casa. Le mando un audio a mi mujer para mantenerla al tanto... Decido volver. De nuevo, del otro lado de la calle, frente a las ventanas de su aula. Entonces la veo, juega con algo sobre una mesa, se vuelve a un costado y abre unos cajones muy altos. Revisa el interior confiando en su tacto. Saca algo, se ríe y vuelve a la mesa.
Ella está bien, yo tengo que irme.