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Mostrando las entradas de diciembre, 2010

Deliración 377: Las hormigas
Primera sesión 5

_ Siempre tengo que trabajar... trabajar, o cualquier otra cosa, lo que sea, pero para los demás. Si me pide un cuento, yo se lo escribo en un rato. Un amigo con el que tenemos la idea de ponernos una productora de contenidos me pidió hace unos meses un guión para un piloto... para la televisión, no? y yo lo escribí en dos días... Son como 50 páginas...

En realidad mi amigo se quería poner la productora él solo, aunque nunca comprendí muy bien por qué me había pedido que lo ayudase con ese guión. Muchas veces la gente me sorprende con esa voluntad avocada a esperar tanto de mí o, al menos, algo siquiera. Yo, por momentos, no puedo ni verme al espejo.

Deliración 376: Las hormigas
Primera sesión 4

_ Y qué sé yo... yo no podré ordenar mis ideas, pero las ideas de los demás sí... todo lo que sea para los demás no tengo ningún problema: el problema es cuando tengo que hacer algo para mí, no?

Sonó el timbre y otro de los psicólogos que compartían ese departamento atendió el portero eléctrico. Traté de escuchar la conversación pero no pude. En la pared descubrí un cuadro chiquitito de una ventana cubierta de madreselvas y de repente me acordé de los cuadros que colgaban de la sala de la casa de calle Pueyrredón, allá en Rafaela: uno de un zaguán cubierto de enredaderas y tres grabados de Juan Arancio. El del pibe con el perro bajo la lluvia era mi favorito. De repente me acordé de la música y del sillón de cuero, y me volví hacia la ventana para buscar a Córdoba del otro lado. Entonces elaboré mi tesis:

_ Mi problema es que no puedo producir nada para mí.

Deliración 375: Las hormigas
Primera sesión 3

_ Al laburo no lo extraño, eso sí. Hacía tiempo que había dejado de interesarme. Yo hubiese preferido que me echasen, pero bueh, me dejaron bien en claro que no me iban a echar... por más que estuviese al pedo como estaba. Bah, era raro, porque estaba al pedo, pero a la vez no estaba al pedo. Yo me encargaba de hacer todas esas cosas que nadie quería hacer y que hacían falta, qué sé yo... escribía documentación oficial, manuales de procedimiento y corregía todas las checklists que se utilizaban en la oficina... Eso me gustaba, no? Para mí era todo un reto agarrar todo ese kilombo de documentos y mails que andaban dando vuelta por ahí y tratar de acomodarlos, darles forma y reescribirlo todo de una manera sencilla y lineal. La gente no sabe escribir... bah, en realidad, me parece que la gente no sabe ordenar las ideas...

Me quedé un instante en silencio, esperando que el tipo me retrucara algo. Se la había dejado picando. Uno improvisa una suerte de estrategia discursiva durante la primera sesión como sujeto de psicoanálisis; un poco para mandarse la parte y hacerse el interesante, y otro poco para agregarle algo de dramatismo a la vida. Pero se ve que me salió mal porque el tipo no me retrucó nada y yo me había quedado en silencio acariciándome los bigotes como un imbécil. Con las mujeres me pasaba lo mismo, pensé.

Deliración 374: Las hormigas
Primera sesión 2

_ Me fui bien, en buenos términos, digamos... me acuerdo que el día en que me fui fue... no sé, no diría emotivo, pero más o menos... me saludé con todo el mundo, todos me desearon suerte, qué sé yo... la gente me quería ahí, me hice de muchos amigos ahí... y qué sé yo, por más que me iba porque quería, en el fondo estaba un poco triste porque sabía que a muchos no los iba a ver más... qué sé yo, en cierta manera los extraño...

No sé conversar ni contar historias. Tantos años de silencio me condenaron a este atolondramiento oral que empeora con la práctica. Siento vergüenza de mí mismo; soy cursi e inexpresivo. No sé qué hacer con mis manos mientras hablo y las muevo simulando acentuar palabras y señalando hacia los costados. Me rasco un cachete demasiado irritado y me acaricio los bigotes; unos de mis pocos gestos sinceros.

Deliración 373: Las hormigas
Primera sesión 1

La única forma en la que puedo contarle algo de mi vida a una persona es mirando para otro lado…

_ Y... hará cosa de cuatro meses que renuncié ya...

Yo ya me había escuchado decir eso muchas veces, pero era la primera vez que hacía hincapié en el paso del tiempo... o, al menos, era la primera vez que lo notaba. El tipo, por su parte, estaba sentado frente a mí y por momentos me lo imaginaba mirándome desconfiadamente a sólo metro y medio de distancia. Supongo que estaba esperando que surgiese de mí la respuesta a su pregunta, pero yo tenía la vista perdida en un cable coagulado a la pared por varias manos de pintura que se metía como escondiéndose por detrás del zócalo de madera medio enrulado que circundaba la habitación. Por más que estuviese camuflado de consultorio, yo sabía que ése había sido el dormitorio de al menos una persona y, en cierta manera, esa idea me ponía aún más incómodo.

Deliración 372: Y el cursor que titila...

Ella, del otro lado de la pantalla, siempre fue la posibilidad, mi podría ser... hoy es mi pudo haber sido. Mi mujer, durmiendo en mi cama, es el fin de todas mis posibilidades. Mi mujer es la realidad; ella, mi fantasía. Quizá sólo espero de ella que me reconozca como su pude haber sido...

Mi fantasía hoy, que ella se despierte a su lado y piense en ese hubiera sido a mi lado.

Mi temor hoy, que mis fantasías me hayan olvidado.

Borro lo que estaba a punto de enviarle y le pregunto cómo estás, tanto tiempo... Lo bueno de un chat es que uno puede ocupar su tiempo en otras cosas mientras espera respuestas que realmente no le interesan; sólo reavivo el recuerdo para que aún sepa que sigo vivo.