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Mostrando las entradas de agosto, 2013

Deliración 432: En la ciclo-vía del parque, bajo los paraísos...

Sonreías con la mirada y no con los labios; eras una sorpresa constante. Eras rara, demasiado. Callabas mucho y te gustaba jugar con mis manos. Me calzabas tus auriculares y te empeñabas en musicalizar mis paseos... o es que acaso tarareabas o cantabas o es que acaso me sonreías normalmente y sólo me acariciabas, como si fuese una mascota... o es que acaso sólo me limpiabas y me bañabas y me paseabas. Era tu trabajo, sí, y duraste poco; pero se te extraña tanto. No recuerdo mucho... en general, me refiero; y sólo te reinvento para mantenerte conmigo... es una disciplina, como tratar de mover los dedos, tratar de alzar las piernas, masticar, respirar y tratar de no llorar demasiado.

Deliración 431: Al menos una vez...

Y el pulgar sobre el carozo de la tráquea, presionando con firmeza, impaciente, y su sonrisa, la sonrisa del otro, contundente y satisfecha, dejando entrever el placer de su discurso: 'importé tanto... tanto que tuviste que matarme... matarme para mantenerte con vida'; y ese saber de un tiempo más sencillo, y de eso apenas sólo unas semanas; un cuando en el que todo estaba definido, rotulado y ubicado; un tiempo de contrastes funcionales y pragmáticos; mas la culpa de entonces, ese entonces, ese hoy, ese ahora de grises indefinidos, de ruinas y muertes, y esa decisión involuntaria e instintiva, y la furia y tanto odio, y su dolor, y esa ausencia siempre tan presente; y ese ruido destapando una garganta, efervescente y desbordada, y el tacto de las vértebras, y las cosquillas de los nervios; y esa urgencia casi venerea, y esa necesidad tan sincera: 'Necesito que sufras... que al lo menos una vez sufras...'

Deliración 430: Y un día ya no estuvo más...

'Vos', dijeron y lo señalaron entre los demás, entre tantos, entre todos; con sus dedos largos, retorcidos y chorreantes de cuero; con esas uñas negras, moluscosas y enruladas; desde su altura, allí arriba donde el aire dolía y apestaba. 'Sí, vos', ratificaron ante la duda, sorpresa y falsa modestia del elegido que se volvió incrédulo hacia el resto, alzando los hombros como sin saber la causa, balbuceando excusas idiotas ante la envidia de la que comenzaba a gozar, tropezando a propósito para levantarse digno, demorando lo inevitable casi por pura formalidad y etiqueta. 'Dale, boludo', rugieron, y fue lo último que se supo de él... y a nadie le importó demasiado, la verdad.

Deliración 429: Pueyrredón al 408...

Es injusto saber que la casa donde crecí ya no me pretenece. Sé que me dejé varios recuerdos enterrados en el patio, pero no puedo asegurarlo ni mucho menos confirmarlo. La abandonamos con el pasto crecido, salvaje y enyuyalizado hasta la cintura; y a veces me descubro soñando con la cortadora eléctrica, tan amarilla y oxidada, haciendo un esfuerzo descomunal y afónico por avanzar entre esa gramilla mutante. El humo del motor quemándose, y la pausa, y una predisposición a ordenarme, y re-comenzar por los bordes, de a poco y tranquilo, como re-planteándome el sueño y el proyecto; pero nunca lo veo concluido. Recuerdo entonces un agujero en el tapial del fondo que daba a la casa de unos vecinos que jamás conocí. Sólo sé que tenían un laurel enfermo, mugre y tortugas. Supongo que la pregunta que me hago es qué recordarán de mí, ellos...