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Mostrando las entradas de marzo, 2006

Deliración 41: Sus antojos.-

Lo despertó durante la madrugada.
Otro de sus antojos.
Ya lo tenía podrido.
Se levantó, se vistió y partió.
Bajó las escaleras, salió a la calle y estornudó.
Se sopló los mocos con los dedos, se limpió con la manga y se fijó que nadie lo haya visto.
Efectivamente, no había nadie.
Hacia frío y andaba desabrigado. Continuó estornudando por un par de cuadras hasta que optó por putear en voz baja.
Llegó a la panadería, agarró un cascote y lo tiró contra la vidriera.
Salió corriendo, se metió en un callejón y trepó por una reja.
Pateó una ventana, camiseteó al viejo que se estaba levantando de la cama y le calzó dos bollos.
Saltó el tapial, pateó un perro y se perdió por calle Chaco.
Dobló la esquina, aminoró el paso y se metió en el edificio.
Llegó transpirado, se quitó la ropa y se metió en la cama.
_ Gashiash…_ dijo ella.
Lo abrazó, le besó debajo de la oreja y se durmió.
Él trató de dormir pero no pudo. Estornudó.
Todas las noches lo mismo. Puteó bien bajito.
Ella y sus antojos.


Matsuo

Deliración 40: Juan Carlos.-

Juan Carlos era petiso, chiquito… minúsculo. Tan chiquito que cabía en los bolsillos y hasta en las cajitas de los cigarrillos. Como comer, comía poco, apenas unos granos de arroz y un par de arvejas en el almuerzo, las migas embadurnadas en mermelada o dulce que encontraba sobre la mesa eran su merienda y algún dado de queso o un pochocho o un maní le bastaba para una picadita. Eso sí, todas las noches se comía una costeleta. Era gordo, gordito, bah… redondito como una pelotita de ping pong… y además borracho. Cómo le gustaba chupar a ese Juan Carlos. Me acuerdo que se agarraba unas mamúas bárbaras y se mandaba unos destrozos en la jaula del hámster de los chicos que ni te cuento. Era agresivo. Chupado o sobrio, no importa… era agresivo igual. Un tipo muy resentido, sabés? Saltaba por cualquier cosa. No se podía hablar con él. No razonaba, gritaba. Por las noches lloraba, pero si te acercabas para ver como estaba, te puteaba. Él era así. Y el que siempre cobraba era el pobre hámster, hasta que un día se pudrió y se fue. Entonces la cosa se puso peor. Juan Carlos lo rompió todo. Los platos, las tazas, los juguetes de los chicos… hasta los adornitos esos de mierda que tenía mi mujer arriba de la repisa aquella rompió. Se subió y los tiró todos a piso. A la noche no nos dejaba dormir y al mediodía o a la tarde nos desenchufaba el televisor. Se volvió maldito. Ya no lo aguantábamos más, y mirá que yo tengo paciencia, eh, pero cuando me pudro, me pudro. Así que agarré y lo pisé. Sí, lo pisé, qué querés? Me tenía podrido. En casa nadie me dijo nada, ni siquiera los chicos. Por las dudas les compramos otro hámster, no? Les dijimos que era el mismo de antes, que había vuelto. No sé si se lo habrán creído, pero por lo menos nunca dijeron nada. Y de Juan Carlos no se habló más en casa. Viste como son los chicos que se olvidan rápido de las cosas. Lo único, sí, es que no pudimos sacar la mancha de la alfombra. Y mirá que la cepillamos, eh?

Matsuo

Deliración 39: Los N1... los N4.-

Y te acompañé tantas veces a tomar esos colectivos que tardaban tanto y no llegaban nunca y esperábamos y las esperas se hacían eternas y maravillosas porque estábamos juntos porque estábamos solos y hacía frió y hacía calor y lloviznaba y soplaba el viento y nos mirábamos y nos reíamos empapados o transpirados o tiritando o con los ojos apenas abiertos para que no se nos meta toda esa tierra arremolinada y esperábamos y te acompañaba y deseaba que no lleguen nunca o que decidas quedarte pero siempre llegaban y te subías y te ibas y no me mirabas desde las ventanillas y yo me quedaba solo entre tanta gente en esas paradas desastrosas que no guarecían a nadie de la lluvia ni del viento ni del frió ni del calor ni tampoco impedían que te subas y te vayas y me dejes.

Matsuo

Deliración 38: Que trata de un viaje que hice.-

Y trepé montes, montañas y sierras y crucé desiertos, pueblos y ciudades y aldeas y paradores, y nadé ríos, mares y océano, e hice dedo y tomé colectivos y taxis y me colgué de trenes y me colé en barcos y aviones y caminé y troté y gateé como un desgraciado pero al final llegué y golpeé a tu puerta o toqué timbre, no me acuerdo, y me atendiste y me dijiste hola y me besaste en la mejilla y no me abrazaste ni me sacudiste ni me zamarreaste ni gritaste como una loca y entonces comprendí que sólo yo había hecho el viaje y que vos apenas te moviste y que tenías razón... para qué molestarse.

Deliración 37: Lope.-

La vanidad y el orgullo de Lope perseguían una mortalidad majestuosa, un destino sublime y señero, mas su cobardía lo ataba a una eternidad sin mayor aventura ni arrojo que el de permanecer sin perpetuarse sentado sobre la arena de aquella playa cobriza y bañada por una violenta marea sanguinolenta que trataba de evitar que aquellos fieros caballeros se arrojaran mar adentro persiguiendo quién sabe qué empresa, sumergiéndose quién sabe por qué causa, muriendo quién sabe por qué ideal. Lope, por su parte, moriría años más tarde, talvez, de gripe, en su cama transpirada y demasiado grande, rodeado por siervos e hijos que ya no reconocería.

Matsuo

Deliración 36: Y sí...

Había notado su mirada en dos ocasiones, así que se armó de coraje, cruzó la calle y avanzó hacia ella. Era rubia, de ojos claros y con un cuerpo bien formado y respetablemente turgente. Se acercó con un chiste fácil que no fue muy bien recibido, pero la arregló con un remate inesperado digno de él. Ella se rió y comenzaron a caminar juntos. En la vereda de enfrente, la mujer con quien soñaría durante el resto de su vida estaba agachada atándose los cordones, bloqueando la vereda, pero nadie nunca tropezó con ella.

Matsuo

Deliración 35: Una lluvia de ruleros.-

Mediocre y ensimismado levantó la vista para ver quién le gritaba. Era una vieja del quinto piso que agitaba los brazos y desparramaba ruleros por el aire. El ruido de los autos y los colectivos le impidió escuchar qué era lo que decía. Miró a los costados y descubrió que nadie más le daba pelota, así que siguió caminando. Jamás se enteró de lo que pasó en aquel departamento. Sin embargo fue noticia nacional. Un crimen terrible. Pero él no miraba los noticieros, no leía los diarios ni escuchaba la radio. Vivía ensimismado y mediocre, evitando los colectivos y el trabajo, quejándose de vez en cuando, rascándose casi siempre, comprando un tarro de dulce de leche todas las semanas.

Matsuo

Deliración 34: EL CHANCHO.-

Folletín de terror, fantasía, ciencia ficción o de lo que salga…

4.-
Una cosa que nunca dejaba de sorprender al croto era lo bien puesto que estaba el ventilador de techo pues que no sólo soportaba el peso de la vieja sino que también seguía andando. Estaba medio ladeado, eso sí, y cada tanto, como la vieja se mantenía en un movimiento de péndulo constante, alguna que otra paleta golpeaba el techo y hacía saltar pedacitos de revoque y plástico.
_ Es un verdadero milagro_ dijo la puta, hermana melliza o gemela de la que estaba colgada_ ya va a hacer casi un año y la Ester sigue ahí todavía sin largar olor siquiera.
El croto era una de esas personas a quienes ni el bando ni los perfumes las afectan en absoluto. Sin embargo, le dedicó una olida al ambiente.
_ Sí_ respondió el croto.
Efectivamente, la vieja no tenía olor alguno sino perfume de jazmín. Sin embargo, aquel cuartito roñoso y de techo alto de prostíbulo colonial apestaba a flores podridas, humo de velas, raid, naftalina, humedad, y, por supuesto, al croto y a su transpiración fuerte y agria.
Había unas mujeres arrodilladas sobre unos granos de maíz y arroz. Le rezaban a la vieja. Lloraban y murmuraban cosas que el croto no llegaba a entender. Cada tanto le clavaban clavos en los pies. El perro se acercó a olerlas.
El croto conocía las facultades milagrosas de la vieja que la volvieron loca en vida y no la dejaban descansar en paz una vez muerta. La gente seguía pidiéndole cosas, exigiéndole cure gente, demandándole dañe otra. Incluso él mismo había requerido de sus servicios alguna que otra vez y los necesitaba ahora.
Se volvió hacia la puta.
_ El acróbata_ murmuró.
Entender al croto y a su dialéctica telegráfica era todo un arte y la puta lo dominaba. Al arte, me refiero. Al croto era imposible. Talvez por eso la puta lo deseaba tanto.
_ Hace tiempo que no lo veo._ dijo la puta mientras tiraba de unas tiritas de seda roja. El croto supuso que le estaría curando el empacho a alguno y enseguida le dio hambre_ Se lo llevaron preso hará cosa de tres meses. Destrozó un almacén porque no le quisieron regalar chupetines. Ya sabés lo infantil que puede llegar a ser esa bestia bruta. No sé qué habrá sido de él. Si lo soltaron debe de andar por la zona del río… por ahí debajo de algún puente, pero no creo… ya se habría pegado una vuelta por acá. Pero también era de perderse. No sé, la verdad.
El croto miró a la puta a los ojos y después le señaló a la vieja.
_ Sí…_ dijo la puta. Se guardó las tiritas en un bolsillo y abrió el cajón de una cómoda espantosa que estaba contra la pared cubierta de flores blancas, rosarios, estampitas y velas. Sacó una tasa de porcelana_ un capuchino.
El croto agarró la tasa con la mano izquierda, espantó a las lloronas a las patadas como si fuesen un par de batarazas quejonas y le dio un puñetazo a la vieja en el estómago. La vieja se dobló en dos y salió expulsada hacia atrás y hacia arriba. El ventilador se quejó y una paleta se quebró contra el techo. La vieja volvió con envión, pero el croto pudo atrajarla. Entonces comenzó a chorrear.
E croto le puso la tasa entre las piernas y la llenó hasta la mitad. Se la bebió de un trago y se la devolvió a la puta.
_ Qué dice?
La puta leyó la tasa y se volvió hacia el croto. Estaba horrorizada.
En el piso, la lloronas se afanaban por lamer las gotas de sangre que caían negras y pesadas. Estaban agradecidas.


Matsuo

Cafrunístico 4: Tacto.-

Originalmente publicado en la revista 5entidos nº: 4.-
Orson Cafrune creado por Matías Brasca y Mario Pozzo.-

_ Ehhh, señor...
_ ¿Si?
_ Le agradecería que no me tocase más.
_ Ay, y yo le agradecería todo lo contrario. Tóqueme, acarícieme, pellízqueme. ¡Chirlos, quiero chirlos!
_ Malvisto, si no va a cumplir las demandas del señor, le sugiero ceda su lugar a otro que esté más dispuesto. No sea angurriento, comparta.
_ Cafrune, ¿Dónde me trajo? Esto esta lleno de degenerados.
_ Este maravilloso despelote no es otra cosa sino la mitológica Pornópolis, Olimpo del Triple X, género que los griegos sabiamente habrían llamado Ji Ji Ji, según su alfabeto, trazando entonces un paralelo entre la risa y el porno como alimentos para el alma, cosa que resultaría bastante obvia si usted levantase la vista y mirara la pantalla.
_ Cafrune, estoy demasiado ocupado vigilando que nadie se me acerque como para poder mirar la pantalla.
_ Ah, el triple X… qué ecuación gloriosa. Fíjese como el porno basa su narrativa en la aplicación de leyes matemáticas; aquí la distributiva, allí la conmutativa. Mire Malvisto, ahora se están echando un teorema de Tales más o menos. ¡Qué espectáculo!
_ Cafrune, ¡esto es un asco!
_ ¿Un asco? ¡¿Un asco?! Mire esa pelirroja Malvisto, y dígame si es un asco. Qué elongación. Qué manejo de la masa muscular… de la propia y de la ajena… mire Malvisto, qué gracia… qué elegancia…
_ Dios mío…
_ Muy bien, Malvisto, ya se está aprendiendo los diálogos.
_ Cafrune, ¿para qué me trajo acá?
_ Malvisto uno no necesita excusa alguna para ver una buena porno con sus amigos. En ese sentido el porno aúna, ¿sabia usted? Compartiendo este tipo de cosas ya no queda lugar para la vergüenza, los tabúes, las represiones y la hipocresía. Uno entra mas en confianza y la amistad se fortalece. Y todo gracias al triple X y los comentarios que este suscita. Con el eso lo hice, aquello no, uno no sólo trata de mandarse la parte, sino que también se confiesa de manera encubierta. Fíjese que todo comentario de este tipo conlleva un pero, y el pero como nexo adversativo, al estar narrando una fantasía hecha realidad, implica una desilusión. Ahora, ¿toda realización de un sueño o de una fantasía implica una desilusión? Bueno, no importa, pero cuánta confianza requiere una confesión de este estilo, ¿eh? He aquí también el por qué del avance del psicoanálisis frente a la iglesia en este campo. Como toda macana tiene su origen en el sexo, resulta más divertido descubrir esa causa que arrepentirse. ¿Es entonces el porno reflejo de esa búsqueda de nuestros orígenes? ¿La razón del porno es tratar de plasmar la cruzada de aquel hombre que busca regresar por cualquier medio al vientre materno? ¿O de aquella mujer que le rinde pleitesía y sumisión al falo que la engendro y que jamás tuvo? O bueno, viceversa, usted sabe como es eso de la negación de los complejos, ¿no? Pero, ¿qué es el porno al fin y al cabo? ¿El medio de satisfacción de una fantasía vouyerista? ¿La representación audiovisual de una fantasía táctil? ¿Qué? ¿Y cuál es el sentido de sus tramas? Fíjese que el universo planteado es políticamente perfecto, si se quiere. Cualquier contingencia se resuelve mediante el dialogo y la acción. Con un a ver, ponete así, ahí ¿te gusta? se resuelve todo. Teoría y praxis orientadas hacia un mismo fin. ¿El porno es utopía?
_ Mire Cafrune, si le estaría prestando atención a usted y no a toda esta gentío con guantes de látex en penumbras le podría decir si lo que me está diciendo resulta interesante o si es una estupidez. Ahora, le dio vueltas y le dio vueltas al asunto para poder encontrarle siquiera una relación con el tacto, ¿eh?, pero no me joda, usted lo que quería era venir acá.
_ El porno es el más táctil de todos los cines, ¿de qué quiere que hablemos si no?
_ Y ¿qué se yo? De películas que provoquen escalofríos… del cine de terror, por ejemplo.
_ ¿Quiere saber qué es lo que me produce escalofríos a mí? Confundir al cine con el teatro. Ah…. es incurrir en un error terrible, fatal diría yo. Es lo que sentencio a muerte a nuestro cine nacional. ¿Por qué nadie mira películas argentinas? Pues porque el cine nacional tiene fama de ser más teatral que cinematográfico. Y lo peor de todo es que no se trata de un preconcepto del todo erróneo. En nuestra producción encontramos obras maravillosas, excelentes directores e impresionantes actores. Sin embargo seis de cada diez películas presentan un cuadro de teatralidad crónica. Y teniendo en cuenta que se estrenan, ¿qué sé yo?, 15 películas argentinas por año, debemos admitir que las estadísticas juegan en contra.
_ Sí, puede ser. Pero…
_ Para mí, al cine nacional le faltan silbidos y le sobran voces en off... ojo, no me malinterprete, no es que no me gusten las voces en off, me fascinan, pero se me pone la piel de gallina cada vez que escucho las voces en off en las películas argentinas... no me refiero al off resultante del fuera de campo de una conversación o cosas por el estilo, no, no... el off narrativo... es desastroso... No escucho a un tipo contándome una historia o describiéndome qué es lo que siente o qué es lo que piensa. No. Yo escucho un tipo leyéndome esas cosas. Y no sólo leyendo, sino que declamando. Pero claro, ¿qué culpa tiene el pobre actor? Le dan un guión para que lo aprenda, lo encierran en un cuartito con un micrófono y le dicen: “¡meta!”. Obviamente va a apelar a sus habilidades histriónicas. A ver si me entiende. Yo si voy al cine es para que me cuenten una historia. Para que me reciten algo lo tengo a Gagliardo. Al fin y al cabo somos argentinos y hay que valerse de recursos que nos son propios. Yo, director, te siento al actor en el estudio de grabación, busco a algún amigo en común, y entre mates y demás giladas, le pido que me cuente la historia una y otra vez. Al cine nacional le falta entrar en confianza con el espectador, pues que sin confianza no hay catarsis. Afortunadamente, ahora vemos directores que prefieren valerse actores que no son actores y de actores que buscan dejar de ser actores… algo así como un neorrealismo trivial argentino…
_ ¿Por qué no nos juntamos a charlar este tema en un bar, eh? Dígame la verdad, ¿no le da cosita estar acá con toda esta gente?
_ ¿Cosita? Malvisto, le voy a explicar algo y preste atención. En un cine porno, la utilización de diminutivos es una invitación al enzoquete. Esto es tierra de nadie, Malvisto... por favor no me tiente a las fieras.
_ Ay, pero si el que nos tienta acá es usted, mi gran oso erósofo frondoso… pellízqueme…
_ ¡Va de retro, Satán!
_ Ay, yo también se latín: ego te absorbo.
_ ¡A ver si hacemos un poquito de silencio, che!
_ ¡Bueno, empezá por callarte vos, salame! ¿Qué me venís a prepotear a mi?
_ ¡Uff!
_ Cafrune, clámese por favor...
_ ¡Me calmo si quiero, y vos abriboca, devolveme el botín, o te tiro el otro!
_ ¡Ay, a mí, a mí! Un chirlito aunque sea.
_ ¡Tomá!
_ Ay, sí...
_ ¡Sometan a los turros!
_ ¡Rajemos Cafrune!
_ Se armó, Malvisto. Apelemos a los toronjazos. ¡Fuego a discreción!
_ Estamos rodeados, perdidos... son demasiados, Cafrune… no importa donde vayamos, se arrastran por el piso y salen de debajo de las butacas... son como muertos vivos...
_ Sí, pero esta vez quieren enterrarnos a nosotros. Malvisto, bien dije que el porno aúna, sí, pero si se abusa de la confianza que uno brinda, el porno aúna venéreamente sin que exista siquiera previo consentimiento alguno.
_ ¡No consiento, no consiento!
_ ¡A mi la legión!
_ Malvisto mire… chirlitos, en un acto de arrojo y bizarría, se sacrificó por nosotros. Qué increíble, ¿no? No deja de sorprenderme la puntualidad del destino.
_ En mi vida vi espectáculo más desagradable…
_ Despreocúpese Malvisto, una jauría de pornoadictos en celo tiende a ser precoz. Sin embargo, estoy realmente emocionado. Este Cabral posmoderno merece pasar a la historia con alguito de gloria aunque sea… démosle sus 15 minutos de fama… incendiemos el lugar y llamemos a la tele…
_ ¿Qué hace, Cafrune?
_ Disimule, ¿quiere?
_ Esta loco. Apague eso…
_ Calma Malvisto, calma. No es la primera pira que la mitológica Pornópolis sufre, ni será la última.
_ Rajemos Cafrune…
_ Lo sigo Malvisto, lo sigo…
_ Realmente no lo entiendo Cafrune. ¿Qué busca con todo esto, eh? ¿Por qué hace las cosas que hace?
_ ¿Acaso importa? Simplemente existo, Malvisto. ¿Y qué existencia no acarrea consecuencias? Así que si vamos a existir, consecuemos a lo grande.¿No le parece? Parafraseando a Nervo, a lo menos exageremos...
_ ...quizás no sea en vano.
_ ¡Agarrámela con la mano!
_ Cafrune, realmente usted no deja de sorprenderme... le faltó un parrap tap tshhhh, o un sara sasasa... su remate fue malísimo...
_ mmm… sí... touché…

Deliración 33: Apocalíptico.-

Demacrado, de aspecto apocalíptico y con ese olor a gripe terrible entró al supermercado y dio lástima, tanta que lo echaron a patadas. Débil como estaba no podía resistirse. Ni siquiera estornudar. Sólo chorreaba. Se apoyó contra una pared y se dejó caer. Se fue en flema. Encontraron sus ropas húmedas y acartonadas al otro día. Tiraron todo a la basura. A la semana comenzó a crecer una mancha de humedad en la pared del fondo del supermercado que avanzó por piso, techo y góndolas llenándolo todo de hongos y de un olor espantoso. Probaron de todo, pero ni el lamiplast, ni el nylon, ni todos los albañiles, ni todos los arquitectos juntos pudieron detenerla. La mancha seguía creciendo. Llegó hasta una de las cajas, trepó pudriendo el fibrofácil, oxidando los caños del mostrador, arrugó los papeles, hinchó los cartones, sulfató las pilas y se ensañó sobre las aspirinas.

Matsuo

Deliración 32: Cabezón.-

Lo aterraba esa idea de una eternidad inevitable consigo mismo, pues que inevitable era esa frustración por ser ése, siempre ése y nadie más que ése por el resto de su vida sin siquiera sospechar que era otro, pero cuando uno es testarudo, no hay vuelta que darle.

Matsuo

Deliración 31: Embichau.-

Empecé moqueando gusanos de esos amarillentos y cortitos con cabezas negras que se me enredaban entre los bigotes y reptaban sobre mis remeras y bueno, ahora es un bicherío constante e imparable que sale de todas partes, de mis oídos, de mi boca, de mis ojos, y es una cosa de llorar cucarachas y transpirar hormigas y pulgas, y escupir chinches y catangas y sacarme hisopos cubiertos de larvas y ver como mis uñas se hacen cascarudos y sentir como hacen nido las avispas bajo mis axilas y pasar la lengua por mis encías tratando de despegar alguna que otra babosa y todo es baba y todo cruje y ando por ahí chorreando un moco amarillo que arde y pica y mamá dice que es por comer mucho dulce mientras me baña en raid y yo que no, que para mí es otra cosa mientras me tomo un traguito de kaotrina con soda con un par de hielitos porque si no me da asco.

Matsuo

Deliración 30: Travalengua con v corta a propósito.-

Tres tristes troskistas tratan de trolos a cuatro travas de trozo trunco, tetas truchas y tétrica trayectoria que tras trote travieso atrapan al trío truhán, atraviesan trastes y en un tris trinchetean tripas a diestra y siniestra tras unos estruendosos trinen turros trinen. Otra que Troya.

Matsuo

Deliración 29: Te crucé el otro día.-

Estabas exactamente igual y sin embargo tan cambiada y yo tan cambiado y sin embargo tan igual que no pude evitar pensar en lo bien que te quedaba esa contadicción y lo mal que me quedaba a mí así que traté de cambiar y no pude y me descubrí en suspenso permanente sin tocar el piso con lo pies ni alzar vuelo definitivo simplemente así flotando haciendo nada cambiando sin cambiar temiendo volver a verte entre otras cosas temiendo tantas cosas siendo tan poco quejándome tratando sin tratar flotando así como si nada.
Vos habías ido a comprar bizcochitos. Me saludaste y te fuiste. Se ve que te aburriste.

Matsuo

Deliración 27: El anillo, si supieran.-

Primero sintió que lo estaban observando desde la ventana. Después oyó las voces bajo la cama. El techo y las paredes comenzaron a acercarse. El aire en su boca se volvió húmedo y cálido, y frío y seco en su garganta. Se meó encima y se ahogó con sus llantos. A pesar del calor, se cubrió con las frazadas. Entonces sintió como una inmensa mano se deslizaba por debajo de la sabana como si fuese una manga. Recordó la mano de su abuela, arrugada, pegajosa y helada, con ese anillo espantoso con el que temía atragantarse cuando chico.

Matsuo

Deliración 26: La puteada definitiva.-

Había una vez un puteólogo, es decir, un lingüista filósofo teólogo antropólogo psicólogo sociólogo tantólogo que no era todólogo por un pelito y ese pelito era el objeto de sus investigaciones, aunque sus investigaciones no versaban sobre pelitos sino sobre puteadas pues que era un puteólogo y los puteólogos estudian las puteadas, su riqueza expresiva, su efecto intra e interpersonal, su función social, es decir, su razón de ser entre otras tantas variables sólo tenidas en cuentas por los puteólogos eruditos y doctos que estudian las puteadas y su valor como éste que no sólo estudiaba las puteadas en general sino una en particular tan particular que era única y tan única que todavía no era pues que no había sido pronunciada jamás pues que se trataba de una abstracción teórica de imposible verbalización pues que era la puteada definitiva, la puteada que terminaría con todas las puteadas pues que no tendría replica alguna pues que era definitiva y que como tal no podría ser articulada por mortal alguno sino por entidad divina omnipotente y predispuesta por lo que recurrió a dios, cualquiera éste fuera, y suplico lo puteara y dios, cualquiera éste fuera, accedió y lo puteo y todo se fue a la mierda.

Matsuo

Deliración 25: Un perro colorado.-

Un perro colorado, ladrando.
Un perro.
Colorado.
Ladrando.
Me senté y miré por la ventana. No podía escribir. No se me ocurría nada. Al otro lado de la calle estaba el perro. Ladrando.
¿A qué le estaría ladrando? Traté de imaginarme pero no pude.
Me levanté y salí al pasillo para hablar con el guardia. Le comenté lo del perro.
_ ¿A qué le estará ladrando?
El guardia bajó la vista al mate que estaba sorbiendo y alzó los hombros.
Salí del edificio.
El perro estaba ahí. Ladrando.
Miré a los costados. Nada.
Miré por encima de los tapiales. Nada.
Miré hacia los balcones. Nada.
Miré hacia el cielo. Tampoco. Nada.
Bajé mi vista y miré al perro.
_ ¿A qué le ladras, cabeza?
El perro me miró. Después miró a los costados, por encima de los tapiales, hacia los balcones, al cielo y por último, a mí otra vez. Después bajo la vista y se alejó cabizbajo.
Nunca más lo vi.
Para mí se tiró a la cañada.


Matsuo

Deliración 23: Algo.-

Caminaba mirando el piso, buscando algo... y algo encontró. Lo levantó, lo pesó, lo observó desde distintos ángulos, imaginó los diferentes usos que le daría, proyectó sus utilidades, calculó la importancia que tendría en su vida y después lo tiró. No era aquello que estaba buscando. Simplemente continúo caminando... como siempre, mirando el piso.

Matsuo

Cafrunístico 3: Gusto.-

Originalmente publicado en la revista 5entidos nº: 3.-
Orson Cafrune creado por Matías Brasca y Mario Pozzo.-


_ Malvisto, le presento al troglodita del séptimo arte. Entidad biológica que ha perdido todo rasgo de humanidad para convertirse en un mero nexo copulativo sin copula entre la pantalla y el sillón. Fíjese, si hasta parece mentira. A los veinticinco años solicitó una jubilación por invalidez y con la pensión comenzó a copiar y comprar películas. Hoy es el dueño del video club más grande del país y de una pizzería. Y mírelo nomás. Cuánto logro para semejante atrofia existencial. El troglodita ya no degusta, devora. Un angurriento del cine que vive por capricho del destino y gracias a un corazón que sigue latiendo por inercia. Espectador único de una matiné eterna se alejó de los hombres en busca de un nirvana cinematográfico, y, a menos que la base de toda iluminación sea una pelela y un televisor de 33 pulgadas, se perdió para siempre en un coma PAL-N del que no se conoce retorno.
_ ¿Qué envidia, no?
_ Qué envidia, por supuesto. Es inevitable. ¿qué crítica es objetiva, Malvisto? Ninguna, ni existe la buena intención, pues que toda crítica nace de la envidia y del resentimiento de lo que no se es y por lo que se es respectivamente. Mire, si hasta le regurgitan el pochoclo en la garganta.
_ Bueno, en realidad, si me dan a elegir, prefiero masticarlo yo mismo el pororó, Cafrune.
_ Es que usted no presta atención a los detalles, Malvisto. Por más exilio que nuestro troglodita busque, siempre necesitará de alguien que le regurgite si quiere pochoclo. Pues si tal es el sabor del cine, como muchos dicen, el pororó sólo se aprecia cuando se lo comparte con alguien. ¿O acaso cuando usted va solo al cine se compra una bolsa de pochoclo?
_ No, la verdad que no...
_ Ve, ahí tiene. ¿Acaso en algún cine porno venden pochoclo?
_ No sé, nunca fui a un cine porno, Cafrune.
_ ¿Nunca? Entonces tenemos que ir. Conozco uno que es bárbaro. Malvisto, debe ampliar sus horizontes cinematográficos. Vea porno. Minas en bolas, tipos garchando. Cuántas lecturas posibles. La búsqueda de la sutileza en la obviedad, una buena porno.
_ Me decía del pochoclo...
_ Ah, sí. El sabor del cine es ajeno al espectáculo en sí. Nada más triste que comer pochoclo solo. Ah, y que nostalgias entonces de sentir como una mano tímida se entierra en el pisingallo refrito. Aquella mano dulce y pegajosa que tantas veces nos rasco la nuca y nos tejió rastas de caramelo sin querer. Ah, las manos de Inés.
_ ¿Quién era Inés, Cafrune?
_ No, Inés nunca fue Cafrune, Malvisto. Inés fue Inés y nada más. Y fue todo. Inés fue mi chica del pochoclo, Malvisto. Ah, qué maravilloso despliegue celular. Qué puntería atómica. Qué buen gusto genético. Qué obra maestra de la ingeniería venérea. Qué pedazo de mujer. Qué belleza. Le pedí el teléfono y como no me lo quiso dar, le robé el celular. Lo vendí y con eso le compré un ramo de flores.
_ ¿Le robó el celular?
_ Sí, pero resultó que tampoco era suyo, ni sabía de quien era. Cosas del alzheimer, ¿vio? Eso sí, tenía cada ocurrencia. Todas las noches la ayudaba a escaparse del geriátrico y nos íbamos por ahí. Y como le encantaba el cine, nos colábamos. Relación difícil con Inés. Hoy decía una cosa, mañana otra y así. Con ese carácter no necesitaba a otra mujer pues que las tenía a todas juntas. Y un día la perdí, y al perderla a ella, las perdí a todas. Simplemente me olvidó.
_ ¿No lo quería?
_ ¿Quererme? Mire Malvisto, si alguna vez alguien se enamoró de mí fue porque me confundieron con otro. Pero supongo que siempre es así, ¿no? El amor no es otra cosa que un maravilloso malentendido, pero malentendido al fin. Y confundido uno está tan seguro. Las dudas comienzan después, cuando uno se da cuenta. Pero ¿cómo confundirme con una mujer cuando es todas? ¿Qué duda cabe?
_ ¿No hizo nada por recuperarla?
_ ¿Nada? Escribí la carta de amor definitiva. Ah, qué carta Malvisto, qué carta. Setecientas setenta y cuatro páginas dedicadas a una Inés que jamás llegó a leerla.
_ ¿Qué pasó?
_ Desviaron la carta a Cuba. Y era tal el poder de mi declaración, y tal la fidelidad de la descripción de Inés, que nadie que la leyera podía evitar enamorarse... y vio como son estos cubanos... si se enamora uno, se enamoran todos. Vino un grupo comando de la Habana y se la llevó. Nunca más la vi. ¿Buscarla? ¿Para qué? A veces es mejor no insistir. Sobre todo si la secuestró un grupo comando enamorado.
_ Claro.
_ No deje que su pochoclo sea monopolizado por una mujer solamente, Malvisto, y compártalo con todo el mundo, pues que si a su pochoclo le llega su Inés, el cine tendrá para usted, entonces, un sabor amargo... y sin embargo tan dulce... pero tan, tan triste. Y si no haga como yo, llévese al cine toronjas de la plaza. Son mas divertidas y si alguien molesta lo surte con las semillitas. Y si se arma la podrida, un toronjazo es mucho más contundente que una lluvia de pororoses.
_ Es que el que molesta en el cine cuando vamos es usted. Siempre nos echan.
_ Es que usted me lleva a ver cada bodrio. ¿Qué quiere? Sepa que yo no me resigno jamás frente al embole, antes apelo al quilombo.
_ ¡¡¡POCHOCLO!!!
_ El troglodita ha hablado, Malvisto, cosa que rara vez ocurre.
_ Cafrune, por favor, esto es un bodrio. Parece que hoy no vamos a hablar de nada interesante.
_ Hablamos de Inés...
_ Sí, de una Inés que ni siquiera existió.
_ ¿Acaso importa?
_ Sí que importa, usted se toma estas notas muy a la ligera, pero para mí son importantes. Si no tenía ganas de hacerlas, ¿para qué se comprometió?
_ Malvisto, amigo mío, usted está confundido. Que un tema lleve a otro y otro a otro no quiere decir que una charla se desvirtúe y pierda sentido. Cine, reclusión, soledad, porno, pochoclos, compañía, amor, pérdida, toronjas, quilombo. Que delire no quiere decir que lo que diga sea una estupidez. ¿Y si lo es? ¿Cuál es el problema? Al fin y al cabo, ¿no son las estupideces las que más afectan al alma? La humana es una raza de salames, y humanos somos, Malvisto. Ser conscientes de nuestra propia imbecilidad es el mal sabor que nos dejó el razocinio.
_ Bah, cállese que me va a poner nervioso. Mejor veamos una película y después seguimos, más tranquilos ya. Tome, ¿quiere pochoclos?
_ No, pochoclos nunca más...

Deliración 22: Vueltero.-

_ No confío más en las personas._ sentenció, pero lo que en realidad sucedía era que había perdido el respeto por sí mismo y se estaba pintando los labios con el rouge de su abuela.

Matsuo

Deliración 21: Lema.-

Y Cafrune bajó del Scania y sentenció:
— Bienvenido todo aquel que en calidad de tal permaneciere lejos pues que de acercarse sería éste y no aquel y como tal me molestaría.
Acto seguido se comió un sanguche y comenzó a escribir para todos que era su manera de convidar.

Deliración 20: Pirelli.-

Tuve por cuna una cubierta Pirelli desastrosa que estaba en el fondo de la casa donde me parieron y en la que me quedé durante mucho tiempo prácticamente toda mi vida merodeando aquí y allá buscando rincones más secos y menos fríos y revolviendo las bolsas de basura que colgaban y goteaban adelante y escondiéndome en el sótano y en el entretecho haciendo lo imposible para que no me vieran pero era imposible que no me escucharan pero por suerte los tipos eran medio supersticiosos y me gané la fama de fantasma sin hacer mucho esfuerzo y comenzaron a esquivarme y dejarme tranquilo por puro miedo que me tenían y si bien me vino al pelo y me aproveché de la situación por un tiempo con el tiempo me cansé de comer tanta porquería y andar tan solo de fantasma sin serlo así que me fui nomás y me volví a la cubierta que todavía estaba por ahí tirada en el fondo y decidí morir como vine al mundo y en eso estoy y no muero y la goma me pica y me pica tanto que por más que me rasque no me va a dejar de picar.

Matsuo

Deliración 19: EL CHANCHO.-

Folletín de terror, fantasía, ciencia ficción o de lo que salga…

2.-
Bien sabido es que uno nunca se debe fiar ni de demonio petiso ni de croto ocultista, así que ahí andaban los dos engendros desconfiándose el uno del otro, prestos a ventajearse ni bien alguno reculara y mostrase la hilacha.
_ Qué querés? Para qué me llamaste?_ prepoteó el petiso y un hilito de sangre le brotó desde la comisura de los labios.
El croto era un tipo de muchos piojos pero pocas pulgas y no soportaba insolencia alguna, así que lo volteó de una patada. El petiso exhaló un uf seco y cortito. Cayó al piso, tragó canto rodado y sintió los dientes del perro en su mano. Entonces soltó la paloma.
_ Éste es mi banco_ dijo el croto y se sentó.
El petiso se puso de pie, se limpió el barro colorado de las rodillas y se acomodó el sombrerito de paja. Materializó un mate y se lo ofreció al croto. Como todo demonio paraguayo postguaraní, era tan bardero como sumiso.
El croto rechazó el mate con un no parco. Se rascó la barba.
El perro salió corriendo detrás de una jauría en celo e impuso orden. Sometió.
El petiso se cebó un mate. Chupó.
El croto dejó de rascarse. Habló.
_ Qué se sabe del chancho?_ dijo.
El petiso se atragantó y todas las palomas, gorriones, cotorras y demás ratas aladas alzaron vuelo caótico y despavorido.
El petiso tosió y escupió a los pies del croto. El croto advirtió el maleficio pero lo pasó por alto, a fin de cuentas el destino del petiso ya estaba cantado.
_ El chancho?
_ Sí, el chancho…
El croto sacó su facón de plata y empezó a frotar la hoja contra la suela de goma de su alpargata.
El petiso tragó saliva, pegó media vuelta y salió corriendo. El croto levantó una baldosa del suelo, apuntó y la tiró con fuerzas. La baldosa se partió en la cabeza del petiso.
El petiso cayó.
El croto se acercó, le agarró la oreja y se la cortó con el facón. Se la guardó en el bolsillo.
El petiso chillaba y se revolcaba.
El croto se sentó en su banco. Se agachó, juntó la vela y con los pies deshizo los garabatos de sal y cenizas. Clavó el facón en el piso y lo desenterró limpito. Lo guardo, se rasco la barba y metió la mano en el bolsillo.
_ Ahora me vas a contar todo lo que sepas sobre el chancho._ dijo y empezó a estrujar la oreja del petiso.


Matsuo

Deliración 18: Quién diría?

No sé muy bien por qué estaba llorando ni por qué estaba tan furiosa, la cosa es que puteada de por medio se paró frente al espejo y se gritó: “Te desconozco”, y nunca más se volvió a dirigir la palabra.
Hoy tiene una rotisería.


Matsuo

Deliración 17: Los estaban retando.-

_ Parece mentira._ dictaminó, por lo que debía ser cierto.
Los chicos le miraban los pies. Ninguno se animaba a levantar la vista. La inminencia del sopapo era tan inevitable como la macana que se acababan de mandar, cualquiera que haya sido. Pero el sopapo era lo de menos, supongo.

No pude evitar sonreír.

Matsuo

Deliración 16: Una voz.-

_ ¿Hola?
La voz venía de un portero eléctrico sin brillo y amatambrado, con de bordes oscuros y tornillos oxidados.
_ ¿Hola?_ volvió a preguntar y me resultó tristísimo pues no había nadie y sólo estaba yo tan solo que no se me ocurrió qué decirle.

Me espantó.

Matsuo

Deliración 14: Sueño.-

Soñé que el cielo se apagaba y que todo era oscuridad y que éramos la única fuente de luz en todo el universo y que subía la tasa del servicio eléctrico y que ya no la podía pagar más.

Matsuo

Deliración 13: Y por qué no?

El pucho se consumía solo en el cenicero avivándose cada tanto con las ráfagas que entraban por la ventana que daba al balcón mientras el tipo con la vista perdida en las ventanas apagadas de la torre de enfrente se planteaba la posibilidad de un suicidio roñoso y contundente.

Matsuo