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Mostrando las entradas de mayo, 2017

Deliración 511: Sereno 11

Cuenta que el problema fue entonces qué hacer con los cuerpos. El tipo que le alquilaba el monoambiente de la cochera se había quejado varias veces del olor a podrido y él había argumentado que eran las cloacas. Lo habían denunciado entonces ante Aguas Cordobesas, pero no les dejó entrar cuando fueron a inspeccionar.

Compró entonces unos tuppers grandes, enormes, en Colombraro. Prometían una capacidad volumétrica de 20 litros, pero la mala calidad del plástico no soportaba mucho peso por lo que se desfondaron cuando intentó trasladarlos y los trozos de cuerpo se desparramaron por el suelo. Optó por lo más sencillo y embaló todo en bolsas de consorcio armando paquetes del tamaño de una caja de zapatos (más o menos). Le llevó alrededor de una semana deshacerse de los atados (los tiraba a lo largo del Suquía o en los baldíos de las vías), y cerca de dos ventilar la casa (especialmente el cuarto de la abuela).

Durante el proceso de desmembramiento descubrió cierto placer en despellejar las porciones y separar los menudos. Nunca comió víctima alguna; sólo disfrutaba desarmándolas, como si fuesen electrodomésticos viejos o juguetes.

Deliración 510: Sereno 10

El títular de La Voz del Interior leía "¿Dónde están las chicas del Cerutti?" y resumía las desapariciones de 7 jóvenes de sexo femenino oruindas de los barrios San Martín, Providencia, Cofico y Alta Córdoba.

El artículo detallaba las fechas de las desapariciones, datando la primera tres años antes y la última apenas el fin de semana anterior a la publicación del mismo. Refería también la deseperación de los padres y el insuficiente accionar policial, jactándose (el periodista) de ser el primero en relacionar estos hechos con el Polideportivo Municipal "Carlos Cerutti".

Si bien las chicas practicaban distintos deportes o disciplinas, era este centro el único nexo que las vinculaba entre sí. Proponía entonces la teoría de que el polideportivo resultaba un lugar ideal para el scoutting de víctimas de una presunta banda de tratantes de blancas, organización hipotética en la que incluía a miembros de distintos rangos de la policía con el beneplácito de los caudillos políticos locales.

Se postulaba también como un llamado de atención a la justicia y los propios dirigientes del establecimiento, exigiendo más investigación por parte de unos y colaboración absoluta por parte de los otros.

Hay que decir que la nota causó gran revuelo y mantuvo ocupada a la prensa local (de todos los medios, tantos gráficos como audiovisuales) durante una semana.

Deliración 509: Sereno 9

Le descubrieron poco después de reventarle la cabeza a otra chica. Había pasado menos de un mes desde la primera vez. No sentía urgencia alguna, sólo estaba envalentonado por el éxito anterior. Le persiguieron a los gritos por las vías paralelas a Los Andes y aprovechó la oscuridad de San Martín para esconderse... no lo atraparon.

Comprendió entonces que el exhibicionismo le jugaba en contra; de continuar haciéndolo en los parques, tarde o temprano, terminaría en cana o fusilado. Pensó entonces proseguir en casa, pero qué hacer con los gritos. Recordó la sala de ensayos de la capilla y decidió aislar acústicamente la pieza que había sido de su abuela. Una vez terminado, comprobó la eficiencia del tratamiento manteniendo el televisor a todo volumen durante varias madrugadas. Ni el inquilino de turno del monoambiente de la cochera ni los vecinos notaron nada en absoluto. Procedió luego a amueblarlo con la cama de su abuela y forró el colchón con plástico, para que sea más fácil lavarlo.

Tuvo que esperar más de tres semanas, ya que la presencia policial en las calles del barrio se había acentuado tras el atentado anterior. Rentó finalmente a una de las putas del barrio y la ahorcó disfrutando del forcejeo, los alaridos y las convulsiones de la asfixia. La desnudó, le dio un baño con una esponja y la acostó sobre la cama con sábanas limpias. Le abrió una muñeca con una cuchilla, usó la sangre como lubricante y tercerizó la paja con la mano de la muchacha. Le besó con dulzura, mirándose a sí mismo en esos ojos abrillantados y comenzó a penetrarla suavemente; presionando la muñeca cada tanto, hurgando con las yemas en el tajo, como buscando el clítoris entre las venas y los nervios… Entonces acarició la áspera firmeza del radio o el cúbito y buscó la gelatinosa unión de ambos y lamió jugueteando con la punta de la lengua…

Deliración 508: Sereno 8

“Siempre miró muchas películas, y siempre andaba con ideas raras”, habría dicho Liliana Choli, una vecina y conocida de la abuela del suspechoso; “Siempre complicaba todo. Muy vueltero... Pero muy sanito, eso sí; nunca se drogó ni tomaba alcohol… Su abuela se quejaba de lleno: todos los hombres son unos pajeros, al fin y al cabo”.

Deliración 507: Sereno 7

Según manifiesta, unos compañeros del club le “chupaban la pija” (textual) cuando tenía 15. A partir de los 16 empezó a mantener relaciones sexuales con mujeres, ya sea noviando formalmente o pagándoles a las putas del barrio (unas trabajaban in-house en un departamentito en plena Castro Barros y otras, con delivery, eran regentadas por un grandote desagradable que también tenía un casino clandestino al fondo de su videoclub). Sin embargo, a pesar de su urgencia e insistencia sexual, no podía alcanzar el orgasmo ni con unas ni con otros.

Años más tarde, a los 24 y en un boliche de la costanera, se levantó a una mina que conocía del Cerutti y la convenció para ir al parque Las Heras. Comenzaron a chapar y a manosearse. La chica fue comprensiva y, al ver que no se le paraba, le propuso dar una vuelta, charlar y esperar a que se le pasase un poco el pedo. Él se enojó. Comenzó a forcejear para quitarle la ropa y a golpearla para evitar que gritase mientras intentaba penetrarla con su miembro aún flácido. Percutió su cabeza contra el piso hasta que el cuerpo de la chica se apagó de repente al partirse la nuca contra una piedra que asomaba entre el césped. Entonces, la sangre inundando las manos, los ojos abiertos en esa expresión ausente y desesperada, y el cuerpo semidesnudo e inmóvil... Excitación, vértigo, erección… La penetró; la penetró una y otra vez, y acabó, y alcanzó el orgasmo, y se acostó junto a ella… En paz, sin miedo; dormir una siesta en esa madrugada de octubre, abrazándola, sabiéndola muerta… Sin coerción ni rechazo… Sin que lo apartase, sin quejarse; “como mamá”, dice. Y, de repente, otra erección... Y esta vez fue dulce y tierno, y la penetró de manera romántica, “haciendo cucharita”…

Se despertó al ratito; se limpió como pudo y se fue a su casa caminando, evitando a la gente. Estaba satisfecho... casi contento, digamos.

Deliración 506: Sereno 6

Manifiesta que, si bien se aburría en la escuela, le gustaba estudiar y enfrentar nuevos desafíos; y siempre fue un tipo muy curioso y dedicado... Muy observador e inteligente. Quizás por eso nunca dejó de asistir a los talleres de la iglesia. Además, siempre estaba predispuesto a ayudar en cuanta obra y trabajo hiciese falta. Así también empezó a hacer changas de todo tipo para comenzar a manejar su propia plata. Participó en la construcción de la sala de ensayos de la parroquia y, cuando tenía 17, se animó a construir completamente solo un monoambiente extendiendo la cochera de la casa de su abuela.

Cuando terminó la secundaria, comenzó a saltar de trabajo en trabajo y fue operario en fábricas, aprendiz de albañil y de plomero y de electricista y de gasista, cadete en empresas, delivery en pizzerías, lomiterías y/o videoclubes, choripanero y promotor. Trabajar no sólo lo mantenía ocupado, sino que el cansancio y el dinero que acumulaba le brindaban un tipo de satisfacción distinta; una suerte de placer vinculado al orgullo.

La abuela murió cuando él tenía cerca de 23 años y, de repente, descubrió que tenía dinero de sobra, ya que heredó la pensión de su abuela (por error) y de su padre (por derecho), y además alquilaba el monoambiente de la cochera y la casa de su padre en Juárez Celman. Decidió, entonces, renunciar al trabajo formal en relación de dependencia.

Deliración 505: Sereno 5

“Si hay algo que lo caracteriza”, habría dicho el padre Rafael Alejandro Verdú, titular de la parroquia a la que concurría el sospechoso, “es que no le cuesta aprender nada… Pero la cabeza le funciona mal. Es como un televisor viejo; cada tanto hay que pegarle un sopapo para que se reajuste la imagen...”

Deliración 504: Sereno 4

A partir de los 12 ya se lo podía considerar un pajero compulsivo.

Según dice, en la escuela y en el club se escondía en el baño de las chicas y las escuchaba hablar, mear o cagar en los gabinetes contiguos; y así descubrió el secreto de la menstruación. Comenzó a robarse los algodones, parches, toallas y tampones descartados en los basureros. El olor a sangre podrida y caca cuajada le excitaba; incluso se los llevaba a la boca para atragantarse y asfixiarse a arcadas.

En casa hacía lo mismo con las bombachas y las medias de la abuela, pero pensar en la vieja le daba bronca; sentía furia y asco.

En la iglesia (su abuela lo llevó primero a catequesis, luego a confirmación y siempre a misa) le llamaba la atención el detallismo dedicado a la sangre en esas coronas de espinas de cristo y otros santos, y relacionó la cera derramada a lo largo de los cirios con semen e intentó prender fuego su glande: el horror.

Desde entonces odia al fuego, lo odia.

Deliración 503: Sereno 3

Empezó a masturbarse a los 9 y tuvo su primera eyaculación a los 11. Se estaba manoseando el ganso a través de los bolsillos de la malla, mientras viajaba en colectivo. A su lado iba una muchacha de unos 25 que llevaba una bolsa cargada de ovillos de lana y agujas de tejer. La muchacha estaba buena y, aparentemente, no se daba cuenta (o hacia caso omiso) de la paja clandestina. La cosa es que el colectivo chocó contra un auto (bah, en realidad, el auto chocó al colectivo) y el impacto se dio cerca de sus asientos. El sacudón los hizo rebotar entre las butacas y los pasajeros que iban parados cayeron sobre ellos.

Cuenta que cuando abrió los ojos, pudo ver a la muchacha convulsionando epilécticamente sobre él. Le salía espuma por la boca (mezclada con sangre). Lo miraba; era una mirada desesperada, de ahogo, como suplicando ayuda. Descubrió que las agujas de tejer se habían clavado en su estómago (el del acusado) y que la mano de la muchacha le sujetaba la entrepierna de la malla y apretaba (exprimía) su pinchila (como para evitar caerse). Todo, todo estaba bañado en sangre, sus testículos estallaban y sentía como las agujas se enredaban con sus tripas. Entonces, simplemente, eyaculó.

Pasó dos semanas internado en una sala común del Hospital de Niños y sus heridas tardaron en curarse por su atentados masturbatorios. Por las noches de la segunda semana, recorría el instituto curioseando y espiando, en particular, a las chicas más grandes.

Deliración 502: Sereno 2

Preguntado por sus padres, manifiesta que es nacido en Juárez Celman; su padre era policía y su madre, maestra. Ella murió de cáncer cuando él tenía 3 años. Según recuerda, fue a dormir la siesta con ella y murió a su lado. Cuenta también que permaneció junto a ella hasta que volvió su padre del laburo. Dice que no sintió miedo, sino todo lo contrario; su madre de repente había dejado de rechazarlo. Había dejado de quejarse por los dolores que sentía en el cuerpo y finalmente pudieron dormir juntos y en paz.

El padre, entonces, no pudo hacerse cargo y lo mandó a Córdoba para vivir con su abuela (madre del padre, digo) en una casona de barrio Providencia. Se pegó un tiro un año más tarde (el padre, digo).

La abuela era muy grande y apenas pudo educarlo.

De chico preguntaba por su madre a menudo, pero la nona respondía que no la había conocido demasiado y que no tenía nada que contarle. Comenzó a canalizar su enojo maltratando animales y robando.

Deliración 501: Sereno 1

Tiene 34 años; alto, flaco, y de porte cansino. Ojos brillosos y mirada presente, analítica y curiosa; aunque no muy penetrante y, si se cruza con otra, baja la vista. Resfrío crónico, nariz destrozada por tanta fricción con pañuelos, boca permanentemente entreabierta y mal aliento (usa enjuague bucal, pero no ayuda mucho). Se viste bien, es limpio y prolijo. No tiene muchas pilchas; nada de marca, digamos. Es atractivo, pero no es una persona que llame mucho la atención. Es simpático y cae bien; aunque se trata de una de esas personas que no mucha gente recuerda al pasar lista de compañeros de primaria, secundaria o el club.

Trabaja como guardia en distintos edificios de Nueva Córdoba. Tras la masacre del 4to piso, se descubrió que también se metía en los departamentos cuando los inquilinos se iban de vacaciones o se volvían a sus pueblos/ciudades de origen. Los revisaba, se robaba boludeces y se sacaba selfies frente al espejo del baño o de la pieza. Después, subía las fotos a Instagram. Al parecer, nadie se había dado cuenta. También dejaba souvenires de sus otras víctimas escondidas en los departamentos que visitaba. Su carrera como violador y asesino serial se extendió durante 10 años, y en total reconoce haber terminado con la vida de 14 mujeres y 2 hombres.

Deliración 500: No soy un número, soy un hombre libre...



Hace un tiempo incursioné en esto del pixelArt y, como verán, también dejo bastante que desear en muchos otros rubros. En éste, el del dibujo y la animación, es aún peor; puesto que soy daltónico y no identifico muchos colores.

Vaya pues este humilde homenaje a mi serie de TV favorita a la hora de cumplir las 500 deliraciones... que se trata de sólo un número nomás, che...