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Mostrando las entradas de marzo, 2015

Deliración 451: Y por casa cómo andamos?

Nos enamoran las diferencias, lo distinto; pero nos falta la costumbre. Empezamos extrañando a los amigos y la familia (aunque no tanto), y suponemos que sólo los querríamos presentes para compartir las novedades; pero después nos descubrimos armando playlists con las canciones que ellos escuchaban, como sembrando la casa y la oficina con sus recuerdos (pero sólo acomodamos sus fantasmas).

De repente, un día, nos derrumbamos; nos largamos a llorar como nenes. Sucede en segundos y dura otros tantos, supongo que se trata del magún fulminante del que hablaban mis abuelos.

Al tiempo, volvemos; y nos chocamos de lleno con las excusas por las cuales nos fuimos... y es que ya perdimos la costumbre. Los sonidos y aromas son sólo ruidos y olores filtrados por nuestra memoria. El contacto, que uno necesita y tanto extraña, resulta ser mucho menos del que uno añora y espera. Encontramos todo distinto y familiar; en parte reciclado, en parte más maduro, en parte demasiado senil y abandonado... ajeno... (desconfío de cuán real habrá sido aquello que recuerdo). Los abuelos también hablaban del desarraigo; pero creo que hay algo de olvidar a propósito para reinventar nuestra historia.

Los sabores, sin embargo, son los mismos, irreductibles; inmensos como el paisaje. También nos sorprende descubrir quiénes nos extrañan y quiénes acomodan nuestros fantasmas en sus casas. Los hay quienes ya nos enterraron, otros a los que nunca importamos, y hay quienes aún nos esperan.

Nos persigue el tiempo que no alcanza y la inminencia de la distancia. "Quizás", uno piensa, "sea la última vez que los vea".

Deliración 450: Simple

Tenía ya dos semanas y estaba aprendiendo a sonreír con tantas ganas...

Nos miraba, nos descubría y le ponía paréntesis a sus labios (como brindándonos un extra de sí misma que tranquilamente habría podido ser omitido; pero que sabía, ya entonces, nos resulta valiosísimo).

Nota (3 meses más tarde):

Ahora, a la distancia (pues ellas siguen en Argentina) me reconoce por voz (y quizás por imagen y semenjanza) a través de videollamadas. Le cuento de mis días, y ella me responde con su sonrisa (tan honesta, sencilla y contundente), acurrucada en su almohada.

Deliración 449: Un nosotros más plural...

Mamá salió del baño llorando y levantando el plastiquito meado, alzándolo al mundo y presentándolo en sociedad, pero sólo ante mi sola presencia (ella estaba junto al espejo del placar y podía verla desde dos planos completamente distintos, y en ambas dimensiones sintiendo exactamente lo mismo); y era un totem, un ícono, el portaestandarte de nuestro futuro: una cruz atemperada que apenas si se distinguía ante mis ojos daltónicos. "Es positivo", me dijo; traduciendo de manera sintética lo que no se animaba a enunciar. Y fue entonces sentir esa alegría descontrolada que nos desbordó de terror, tartamudeando de felicidad, esbozándonos en un boceto que desvanecía nuestra realidad acotada y estallaba en una pluralidad tan hermosa y vertiginosa (y ya sin necesidad de espejos, ni otros trucos mecánicos). Tanta, pero tanta expectativa que hacía que los dedos se quebrasen de tanto temblar y reventasen los puños en ésta, nuestra humilde megalomanía; y los dientes se estallasen esquirlando las encías de tanto reír; y reír, reír mucho, a baldazos y en silencio. ¿Será posible? ¿Serás?

Pero, en casos así, la razón ha de someterse y la sangre ha de mandar (va de retro pulsión). Alzando la vista, le dije a mamá: "no digamos nada, prudencia"; y supe que me odió por reprimirla.

Nota (8 meses más tarde):
Te veníamos buscando desde hace tantos, tantos años; y vos solita supiste dónde encontrarnos.