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Mostrando las entradas de agosto, 2009

Deliración 310: Tarjeta de presentación.-

La tarjeta, mi tarjeta, yo, mi yo enlogado y sintético, mi yo resumido: un rostro vacío cubierto por una barba desprolija y unos anteojos torcidos; el resto: un yo sin rasgos y lívido, con el nombre estampado por debajo con la triste esperanza de ser finalmente identificado con esa suerte de definición que me otorgaron sin mayor mérito que el de etiquetar de alguna manera su afán de multiplicarse y poblar la tierra con un apellido: Brasca, Matías Brasca, y de eso hace ya treinta años, treinta ya, tres décadas de carnes expuestas a esta intemperie que le lleva toda una vida pudrirlas... por cierto, de profesión: escritor y guionista; aunque también hago otras cosas, de vez en cuando, pero sólo para ganarme la vida. Matías Brasca, dos puntos, y luego, la nada...

Deliración 309: La noche que retomé con la mentira...

Levantando la yema del ojo de la rata, rodeado por una bicicleta fija y tres perros que roncaban en sus respectivas almohadas, di por finalizada mi labor del día -a trescientos kilómetros de un cumpleaños que sin fiesta se daba por terminado- sin mucho mérito ni orgullo, y procedí a erguirme, tal y como lo requiere mi especie, envuelto en una bata de un polar delicado, azulino y femenino, sin detenerme a pensar demasiado en eso del travestismo conyugal y la falta de deseo; mas avanzando, sí, hacia ella, en su cama, en nuestra cama, hasta susurrarle al oído, a sabiendas de que estaba ya dormida, que había vuelto a escribir, después de casi dos años, una oración, tan sólo.