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Mostrando las entradas de marzo, 2012

Deliración 417: Venía durmiendo...

Trepó por las butacas y salió a travez de una ventana; era de noche y no había luna, sólo estrellas. Vió gente corriendo y perdida, y recordó a la chica. La buscó entre las sombras, pero no pudo encontrarla. Era rubia o castaña, de ojos claros y con un lunar sobre los labios; hermosa y delgada, demasiado flaca, pero lo suficientemente hermosa. No usaba anillos ni aros ni cadenitas; tampoco estaba pintada. Estaba concentrada en arrancar la pelusa atrapada en el velcro de las cortinas. Dedos finitos y uñas cortas sin esmalte. Estaba aburrida, pero reacia a resignarse. Nunca lo miró, y él se sentó a tres filas de distancia. Creía olerla. El colectivo arrancó, rumbeó hacia el campo y se perdió entre las sierras. Venía durmiendo y despertó al golpearse contra el respaldar del asiento de adelante. Todo daba vueltas y los pasajeros gritaban en silencio. Las butacas se volvieron esponjas empapadas y los bolsos, cañonazos... Ya en la noche, pensó en volver por la ventana. Asomó la cabeza y reconoció el rostro aplastado de su hermano.

Deliración 416: Llueve, pero apenas...

Del otro lado de la ventana creció una torre que desaparece por encima del marco. Llueve, pero apenas, y y la Internet ya no es lo que era. En mi época, todo era sorpresas; ahora, más bien abulia y desgano. No queda otra que charlar, y perder el tiempo a la vieja usanza: mirar por la ventana y pensar si alguien nos extraña.

Deliración 415: Uff...

Habíamos decidido mantener distancia y nuestra proactividad afectiva nos llevó a borrar historiales, mails y archivos; las pocas fotos de papel que tuvimos fueron incineradas y los souvenirs que nos ataban fueron descartados. Nuestro profesionalismo emocional nos permitió ignorarnos y/o saludarnos desinteresadamente en aquellas pocas reuniones en las cuales el destino se empecinaba en juntarnos, pues en las calles hacíamos caso omiso de nuestras mutuas existancias. Tanto tiempo ya, tantos años... y sin embargo me acuerdo.

Deliración 414: Excusas para deprimirse

Lo peor del exhibicionismo de las redes sociales es comprobar que aquellas personas que alcanzaron cierta relevancia en nuestras memorias hayan logrado llevar una vida tan aparentemente feliz y satisfecha lejos de la nuestra... ¿Cómo pueden sonreir siquiera? ¿Tan poco les he importado?