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Mostrando las entradas de febrero, 2014

Deliración 445: Tipo sencillo...

Mi tristeza es sencilla: es la tristeza de mirar por la ventana, la de patear una lata y la bronca de alcanzarla y pisarla. La tristeza perversa de dejar morir de sed a una planta sobre la mesa o la dejar cubierto al canario durante dos o tres días. La tristeza de dejar la ropa en el lavarropas durante una semana; la tristeza de no prender la tele ni la radio. La bronca de viajar parado en colectivos, la de tomar café demasiado dulce y aguado. La tristeza de tener la guía abierta en la página que tiene tu nombre, tu dirección y teléfono. La tristeza de no tener tus fotos. La bronca de no tener tus fotos. La tristeza de los platos limpios. La bronca de los repasadores podridos.

Deliración 444: Buscaconsuelos...

Cada vez que me emborracho te escribo un e-mail; no sé si lo notaste. No te llamo ni te chateo ni nada de esas cosas intrusivas, sólo te escribo un e-mail y te cuento un poco de mi vida durante este milenio sin tu presencia. Te pregunto cómo estás, cómo andan tus cosas y qué hay de nuevo allá lejos; pero, en realidad, te estoy garchando, en mi mente digo, mientras te escribo. Nos garchamos con una ternura contundente; siempre buscás improvisar y me sorprendés constantemente, por más que sea yo el que te imagine. Sos marrana y dulce, por siempre. Para cuando envío el e-mail, ya estamos los dos satisfechos (quiero creer), y sólo me queda la culpa de haberte perdido y esta tonta incertidumbre: alguna vez me quisiste? Y es que nunca te lo pregunto, quizás prefiera la duda. Respondés, sí; pero sólo a veces y generalmente bastante tiempo después. Tu vida, todo bien; pero dejás entrever tristeza en tu felicidad y lo hacés a propósito, lo sabemos. Me gusta, te soy sincero; ojalá, al menos, seas cornuda.

Deliración 443: Sin jabón...

El horizonte del inodoro estaba ladeado. Se notaba porque el lago verdopinoso se arriñoneaba hacia la izquierda. Era eso o la pileta había sido desprolíjamente moldeada. Meó y luego escupió sobre la espuma. Pensó en la playa y el mar, la arena... Digamos que se despertó y se descubrió todavía con el pito afuera. Arrancó un pedazo de papel higiénico y secó el borde y el piso. Tiró el bollo al cesto desbordado y apretó el botón con el codo. Guardó el pito detrás del calzoncillo y lo precintó con la bragueta del jean. Pateó la puerta que rebotó y le abrió paso al resto del baño. Estaba solo y sintió una inminente urgencia por masturbarse. Se reprimió y optó por lavarse las manos en agua helada. El mar, la playa; ella. Ella de espaldas y su culo enorme y su mano fría apretando un cachete de ese culo enorme y su risa, y su sonrisa y ese lunar que hacía las veces de lágrima podrida. Digamos que se despertó y se descubrió ante el espejo, mirándose a sí mismo y con la boca entreabierta. Se sonrió...

'Qué buen culo, hija de puta' y metió las manos bajo el secador.