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Mostrando las entradas de enero, 2010

Deliración 343: Anoche...

Relámpagos sin truenos y una humedad espantosa. El turbo sobre la ventana mete ese olor a transpiración dentro de casa. Cuesta respirar y me resulta imposible dormir. Afuera los gatos pretenden fornicar y despiertan al mirlo de la vecina, pero la luna no ladra. Mis perros abren los ojos -pero sólo cada tanto- para verificar que sigo cerca de ellos. Mi mujer habla sin despertarse, alza los brazos y se cubre con la sábana. En mi soledad a su lado, vuelven todos esos años que no fueron. ¿Cuánta vida más voy a perder sólo pensando? Seguramente, es mi consuetudinario desperdicio y no la humedad la que me quita el sueño.

Deliración 342: Supongo que fue en Racing...

“La gente ya no guarda la plata en las billeteras”, dijo mientras deshuesaba un humilde fajo de 47 pesos. Tiró el clip por encima de su hombro, pagó al puestero y se volvieron, cada uno con una promoción de pancho y gaseosa, hacia el alambrado que los separaba de la cancha. “No pierdas el tiempo con eso que nomás te vas a encontrar con tarjetas de créditos y documentos… y con eso no hacemos nada”. Frente a ellos, el arquero se acomodaba las medias de manera simétrica y prolija, totalmente ajeno al partido que se jugaba a unos cincuenta metros de distancia. “La plata está en los bolsillos, está en las riñoneras… ahora también la guardan en las muñequeras… qué sé yo, hay que fijarse: cuando era chico, la guardaba en el dobladillo de mis gorras”. Detrás de ellos, la pobre concurrencia sobraba en el vacío de las gradas, haciéndose eco del relato de una radio portátil sintonizada en una gala de mayor importancia. “Hay que prestar atención nomás, pararse en un quiosco y ver dónde se guardan el cambio, y después ya sabés: esperar que se junte gente”.

Masticaron, bebieron y tragaron; se volvieron y se sentaron sobre el pavimento. Su tío tenía una forma desinteresada y divertida de reinventar sus domingos a solas, ya sea con esa innovadora ética punguista en la cancha de Racing o bien contando aquellas hazañas que le arruinaron la suspención a su Citroen ladeado mientras estacionaban a la vera de la Isla de los Patos para ver a las chicas salpicarse en la mugre del Suquía o bien con esas tantas historias de fantasmas serranos mientras paseaban por el parque mirando los pastores alemanes y los perritos que se regalaban.

“Pero acordate, la gente ya no guarda la plata en las billeteras: sólo fotitos, papeles y recuerdos... y para recuerdos, Brunito, ya tenemos los nuestros”, dijo casi en silencio -mientras su equipo reclamaba una posición adelantada- a Esteban, su sobrino a su lado, que no comprendía muy bien de qué se trataba todo eso.

Deliración 341: Hace unos años, en Alberdi...

La mugre soldada al pavimento, los baches, los postes y los tapiales pudrió la luna del barrio. Las calles socavaron las veredas dejándonos sin baldosas para caminar de la mano. El sol bosteza con un aliento a botulismo sobre el mar de chapas resecas. En la terraza: cascotes y trapos mugrientos. En el departamento: calzoncillos empapados de sudor y pis rancio, piel afiebrada y escalofríos, grela viscosa en las plantas de los pies y unas ojotas tiradas junto al cuerpo en el piso encharcado a la sombra del baño. No hay luz ni agua, sólo gravedad... como si puediera irse a algún lado...

Deliración 340: De la filosofía de un petiso...

"No me vengas con eso", dijo mientras apartaba el discurso de su amigo con un vaso acaramelado con fernet: "perdonar es una boludez cristiana... cómo vas a perdonar a alguien que te arruinó la vida? Ese tipo no merece tu perdón, merece tu odio y después tu olvido. Perdonar significa aceptar y someterse, a lo que yo apunto es al desprecio", finalizó, y me parece justo.

Deliración 339: Para ser sinceros...

Nunca toqué fondo, a mi alrededor proliferó una densa red de seguridad que me burbujeó del resto del mundo y sus riesgos -y me proteje y me contiene y me sujeta y me retiene-, por lo que desconozco del vértigo y el miedo y el valor y el coraje: no hay orgullo sino costumbre, ni disciplina sino inercia: no hay esfuerzos ni consecuencias. Ni fluyo orientalmente ni fracaso occidentalmente, sólo soy y estoy por una mera lógica físico-química... tengo que empezar a chupar o drogarme; no sé, hacer algo de mi vida...

Deliración 338: Debe tener el nido debajo de la bacha...

El puto mosquito zumba a mi oído mientras meo e interrumpe el orgasmo, mas no el chorro. Me ladeo en impulso -acto reflejo- por sacármelo del pabellón y enchastro tanto el inodoro como el piso. Ya me veo preguntado, como tantas otras veces, por el olor a pis en el baño y escucho mi respuesta automática: "Habrán sido los perros". He de procurarme ofidios, no queda otra...

Deliración 337: En pos del cambio...

Harto de tantas descripciones, se propuso narrar sucesos escuetos y habló de la perra que todas las noches meaba frente a la heladera, resentida por quedar exiliada en la cocina, y habló del diario esperar a que el hijo de la dueña de la casa que alquilaban guardara el coche para poder guardar el suyo luego en la cochera de la casa de la dueña de la casa que alquilaban pues que oportunamente quedaba al frente; y se sintió satisfecho al terminar esas líneas, ya que, si bien trivial, era cierto y, por cierto, personal...

Deliración 336: Como con ganas de vomitar...

Ya ando sintiendo este infarto que nace en el estomago y repercute debajo de las muelas como una patada en la mandíbula, me cuesta estirar los dedos enrulados y mis labios se arremangan cortándome las encías... frente a mis ojos, una pared descascarada se me revela pura y su luz lo cubre todo y de pronto comprendo el terror de una sábana sobre el rostro.