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Deliración 11: Como si fuese una pandereta.-

A mis espaldas el perro empieza con arcadas. Dejo de escribir, lo levanto y lo llevo a vomitar al baño. Pobrecito. Mientras limpio su enchastre baboso y amarillento descubro los pedazos de unas pesuñas de chivo de una suerte de pandereta que me trajo mi mama una vez y que se ve que anduvo masticando por estos días. El perro, mi mamá no. Me mira con carita de estar enfermo y sin querer me planteo la cuestión esa de la fragilidad de la vida y de cómo en un momento podemos estar durmiendo debajo del escritorio y al ratito nomás empezamos a vomitar pesuñas de chivo hasta morirnos en un baño que no llega a ser ni de dos por dos. Vuelvo a mi cuarto y por la ventana alcanzo a ver como mis vecinos se están tirando desde la terraza. Uno detrás del otro. No hacen ruido.

Matsuo

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