Originalmente publicado en la revista 5entidos nº: 3.-
Orson Cafrune creado por Matías Brasca y Mario Pozzo.-
_ Malvisto, le presento al troglodita del séptimo arte. Entidad biológica que ha perdido todo rasgo de humanidad para convertirse en un mero nexo copulativo sin copula entre la pantalla y el sillón. Fíjese, si hasta parece mentira. A los veinticinco años solicitó una jubilación por invalidez y con la pensión comenzó a copiar y comprar películas. Hoy es el dueño del video club más grande del país y de una pizzería. Y mírelo nomás. Cuánto logro para semejante atrofia existencial. El troglodita ya no degusta, devora. Un angurriento del cine que vive por capricho del destino y gracias a un corazón que sigue latiendo por inercia. Espectador único de una matiné eterna se alejó de los hombres en busca de un nirvana cinematográfico, y, a menos que la base de toda iluminación sea una pelela y un televisor de 33 pulgadas, se perdió para siempre en un coma PAL-N del que no se conoce retorno.
_ ¿Qué envidia, no?
_ Qué envidia, por supuesto. Es inevitable. ¿qué crítica es objetiva, Malvisto? Ninguna, ni existe la buena intención, pues que toda crítica nace de la envidia y del resentimiento de lo que no se es y por lo que se es respectivamente. Mire, si hasta le regurgitan el pochoclo en la garganta.
_ Bueno, en realidad, si me dan a elegir, prefiero masticarlo yo mismo el pororó, Cafrune.
_ Es que usted no presta atención a los detalles, Malvisto. Por más exilio que nuestro troglodita busque, siempre necesitará de alguien que le regurgite si quiere pochoclo. Pues si tal es el sabor del cine, como muchos dicen, el pororó sólo se aprecia cuando se lo comparte con alguien. ¿O acaso cuando usted va solo al cine se compra una bolsa de pochoclo?
_ No, la verdad que no...
_ Ve, ahí tiene. ¿Acaso en algún cine porno venden pochoclo?
_ No sé, nunca fui a un cine porno, Cafrune.
_ ¿Nunca? Entonces tenemos que ir. Conozco uno que es bárbaro. Malvisto, debe ampliar sus horizontes cinematográficos. Vea porno. Minas en bolas, tipos garchando. Cuántas lecturas posibles. La búsqueda de la sutileza en la obviedad, una buena porno.
_ Me decía del pochoclo...
_ Ah, sí. El sabor del cine es ajeno al espectáculo en sí. Nada más triste que comer pochoclo solo. Ah, y que nostalgias entonces de sentir como una mano tímida se entierra en el pisingallo refrito. Aquella mano dulce y pegajosa que tantas veces nos rasco la nuca y nos tejió rastas de caramelo sin querer. Ah, las manos de Inés.
_ ¿Quién era Inés, Cafrune?
_ No, Inés nunca fue Cafrune, Malvisto. Inés fue Inés y nada más. Y fue todo. Inés fue mi chica del pochoclo, Malvisto. Ah, qué maravilloso despliegue celular. Qué puntería atómica. Qué buen gusto genético. Qué obra maestra de la ingeniería venérea. Qué pedazo de mujer. Qué belleza. Le pedí el teléfono y como no me lo quiso dar, le robé el celular. Lo vendí y con eso le compré un ramo de flores.
_ ¿Le robó el celular?
_ Sí, pero resultó que tampoco era suyo, ni sabía de quien era. Cosas del alzheimer, ¿vio? Eso sí, tenía cada ocurrencia. Todas las noches la ayudaba a escaparse del geriátrico y nos íbamos por ahí. Y como le encantaba el cine, nos colábamos. Relación difícil con Inés. Hoy decía una cosa, mañana otra y así. Con ese carácter no necesitaba a otra mujer pues que las tenía a todas juntas. Y un día la perdí, y al perderla a ella, las perdí a todas. Simplemente me olvidó.
_ ¿No lo quería?
_ ¿Quererme? Mire Malvisto, si alguna vez alguien se enamoró de mí fue porque me confundieron con otro. Pero supongo que siempre es así, ¿no? El amor no es otra cosa que un maravilloso malentendido, pero malentendido al fin. Y confundido uno está tan seguro. Las dudas comienzan después, cuando uno se da cuenta. Pero ¿cómo confundirme con una mujer cuando es todas? ¿Qué duda cabe?
_ ¿No hizo nada por recuperarla?
_ ¿Nada? Escribí la carta de amor definitiva. Ah, qué carta Malvisto, qué carta. Setecientas setenta y cuatro páginas dedicadas a una Inés que jamás llegó a leerla.
_ ¿Qué pasó?
_ Desviaron la carta a Cuba. Y era tal el poder de mi declaración, y tal la fidelidad de la descripción de Inés, que nadie que la leyera podía evitar enamorarse... y vio como son estos cubanos... si se enamora uno, se enamoran todos. Vino un grupo comando de la Habana y se la llevó. Nunca más la vi. ¿Buscarla? ¿Para qué? A veces es mejor no insistir. Sobre todo si la secuestró un grupo comando enamorado.
_ Claro.
_ No deje que su pochoclo sea monopolizado por una mujer solamente, Malvisto, y compártalo con todo el mundo, pues que si a su pochoclo le llega su Inés, el cine tendrá para usted, entonces, un sabor amargo... y sin embargo tan dulce... pero tan, tan triste. Y si no haga como yo, llévese al cine toronjas de la plaza. Son mas divertidas y si alguien molesta lo surte con las semillitas. Y si se arma la podrida, un toronjazo es mucho más contundente que una lluvia de pororoses.
_ Es que el que molesta en el cine cuando vamos es usted. Siempre nos echan.
_ Es que usted me lleva a ver cada bodrio. ¿Qué quiere? Sepa que yo no me resigno jamás frente al embole, antes apelo al quilombo.
_ ¡¡¡POCHOCLO!!!
_ El troglodita ha hablado, Malvisto, cosa que rara vez ocurre.
_ Cafrune, por favor, esto es un bodrio. Parece que hoy no vamos a hablar de nada interesante.
_ Hablamos de Inés...
_ Sí, de una Inés que ni siquiera existió.
_ ¿Acaso importa?
_ Sí que importa, usted se toma estas notas muy a la ligera, pero para mí son importantes. Si no tenía ganas de hacerlas, ¿para qué se comprometió?
_ Malvisto, amigo mío, usted está confundido. Que un tema lleve a otro y otro a otro no quiere decir que una charla se desvirtúe y pierda sentido. Cine, reclusión, soledad, porno, pochoclos, compañía, amor, pérdida, toronjas, quilombo. Que delire no quiere decir que lo que diga sea una estupidez. ¿Y si lo es? ¿Cuál es el problema? Al fin y al cabo, ¿no son las estupideces las que más afectan al alma? La humana es una raza de salames, y humanos somos, Malvisto. Ser conscientes de nuestra propia imbecilidad es el mal sabor que nos dejó el razocinio.
_ Bah, cállese que me va a poner nervioso. Mejor veamos una película y después seguimos, más tranquilos ya. Tome, ¿quiere pochoclos?
_ No, pochoclos nunca más...
Orson Cafrune creado por Matías Brasca y Mario Pozzo.-
_ Malvisto, le presento al troglodita del séptimo arte. Entidad biológica que ha perdido todo rasgo de humanidad para convertirse en un mero nexo copulativo sin copula entre la pantalla y el sillón. Fíjese, si hasta parece mentira. A los veinticinco años solicitó una jubilación por invalidez y con la pensión comenzó a copiar y comprar películas. Hoy es el dueño del video club más grande del país y de una pizzería. Y mírelo nomás. Cuánto logro para semejante atrofia existencial. El troglodita ya no degusta, devora. Un angurriento del cine que vive por capricho del destino y gracias a un corazón que sigue latiendo por inercia. Espectador único de una matiné eterna se alejó de los hombres en busca de un nirvana cinematográfico, y, a menos que la base de toda iluminación sea una pelela y un televisor de 33 pulgadas, se perdió para siempre en un coma PAL-N del que no se conoce retorno.
_ ¿Qué envidia, no?
_ Qué envidia, por supuesto. Es inevitable. ¿qué crítica es objetiva, Malvisto? Ninguna, ni existe la buena intención, pues que toda crítica nace de la envidia y del resentimiento de lo que no se es y por lo que se es respectivamente. Mire, si hasta le regurgitan el pochoclo en la garganta.
_ Bueno, en realidad, si me dan a elegir, prefiero masticarlo yo mismo el pororó, Cafrune.
_ Es que usted no presta atención a los detalles, Malvisto. Por más exilio que nuestro troglodita busque, siempre necesitará de alguien que le regurgite si quiere pochoclo. Pues si tal es el sabor del cine, como muchos dicen, el pororó sólo se aprecia cuando se lo comparte con alguien. ¿O acaso cuando usted va solo al cine se compra una bolsa de pochoclo?
_ No, la verdad que no...
_ Ve, ahí tiene. ¿Acaso en algún cine porno venden pochoclo?
_ No sé, nunca fui a un cine porno, Cafrune.
_ ¿Nunca? Entonces tenemos que ir. Conozco uno que es bárbaro. Malvisto, debe ampliar sus horizontes cinematográficos. Vea porno. Minas en bolas, tipos garchando. Cuántas lecturas posibles. La búsqueda de la sutileza en la obviedad, una buena porno.
_ Me decía del pochoclo...
_ Ah, sí. El sabor del cine es ajeno al espectáculo en sí. Nada más triste que comer pochoclo solo. Ah, y que nostalgias entonces de sentir como una mano tímida se entierra en el pisingallo refrito. Aquella mano dulce y pegajosa que tantas veces nos rasco la nuca y nos tejió rastas de caramelo sin querer. Ah, las manos de Inés.
_ ¿Quién era Inés, Cafrune?
_ No, Inés nunca fue Cafrune, Malvisto. Inés fue Inés y nada más. Y fue todo. Inés fue mi chica del pochoclo, Malvisto. Ah, qué maravilloso despliegue celular. Qué puntería atómica. Qué buen gusto genético. Qué obra maestra de la ingeniería venérea. Qué pedazo de mujer. Qué belleza. Le pedí el teléfono y como no me lo quiso dar, le robé el celular. Lo vendí y con eso le compré un ramo de flores.
_ ¿Le robó el celular?
_ Sí, pero resultó que tampoco era suyo, ni sabía de quien era. Cosas del alzheimer, ¿vio? Eso sí, tenía cada ocurrencia. Todas las noches la ayudaba a escaparse del geriátrico y nos íbamos por ahí. Y como le encantaba el cine, nos colábamos. Relación difícil con Inés. Hoy decía una cosa, mañana otra y así. Con ese carácter no necesitaba a otra mujer pues que las tenía a todas juntas. Y un día la perdí, y al perderla a ella, las perdí a todas. Simplemente me olvidó.
_ ¿No lo quería?
_ ¿Quererme? Mire Malvisto, si alguna vez alguien se enamoró de mí fue porque me confundieron con otro. Pero supongo que siempre es así, ¿no? El amor no es otra cosa que un maravilloso malentendido, pero malentendido al fin. Y confundido uno está tan seguro. Las dudas comienzan después, cuando uno se da cuenta. Pero ¿cómo confundirme con una mujer cuando es todas? ¿Qué duda cabe?
_ ¿No hizo nada por recuperarla?
_ ¿Nada? Escribí la carta de amor definitiva. Ah, qué carta Malvisto, qué carta. Setecientas setenta y cuatro páginas dedicadas a una Inés que jamás llegó a leerla.
_ ¿Qué pasó?
_ Desviaron la carta a Cuba. Y era tal el poder de mi declaración, y tal la fidelidad de la descripción de Inés, que nadie que la leyera podía evitar enamorarse... y vio como son estos cubanos... si se enamora uno, se enamoran todos. Vino un grupo comando de la Habana y se la llevó. Nunca más la vi. ¿Buscarla? ¿Para qué? A veces es mejor no insistir. Sobre todo si la secuestró un grupo comando enamorado.
_ Claro.
_ No deje que su pochoclo sea monopolizado por una mujer solamente, Malvisto, y compártalo con todo el mundo, pues que si a su pochoclo le llega su Inés, el cine tendrá para usted, entonces, un sabor amargo... y sin embargo tan dulce... pero tan, tan triste. Y si no haga como yo, llévese al cine toronjas de la plaza. Son mas divertidas y si alguien molesta lo surte con las semillitas. Y si se arma la podrida, un toronjazo es mucho más contundente que una lluvia de pororoses.
_ Es que el que molesta en el cine cuando vamos es usted. Siempre nos echan.
_ Es que usted me lleva a ver cada bodrio. ¿Qué quiere? Sepa que yo no me resigno jamás frente al embole, antes apelo al quilombo.
_ ¡¡¡POCHOCLO!!!
_ El troglodita ha hablado, Malvisto, cosa que rara vez ocurre.
_ Cafrune, por favor, esto es un bodrio. Parece que hoy no vamos a hablar de nada interesante.
_ Hablamos de Inés...
_ Sí, de una Inés que ni siquiera existió.
_ ¿Acaso importa?
_ Sí que importa, usted se toma estas notas muy a la ligera, pero para mí son importantes. Si no tenía ganas de hacerlas, ¿para qué se comprometió?
_ Malvisto, amigo mío, usted está confundido. Que un tema lleve a otro y otro a otro no quiere decir que una charla se desvirtúe y pierda sentido. Cine, reclusión, soledad, porno, pochoclos, compañía, amor, pérdida, toronjas, quilombo. Que delire no quiere decir que lo que diga sea una estupidez. ¿Y si lo es? ¿Cuál es el problema? Al fin y al cabo, ¿no son las estupideces las que más afectan al alma? La humana es una raza de salames, y humanos somos, Malvisto. Ser conscientes de nuestra propia imbecilidad es el mal sabor que nos dejó el razocinio.
_ Bah, cállese que me va a poner nervioso. Mejor veamos una película y después seguimos, más tranquilos ya. Tome, ¿quiere pochoclos?
_ No, pochoclos nunca más...
Buenísimo. Aguante Cafrune! La humana es una raza de salames. No escuché definición mas acertada
ResponderBorrar