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Deliración 34: EL CHANCHO.-

Folletín de terror, fantasía, ciencia ficción o de lo que salga…

4.-
Una cosa que nunca dejaba de sorprender al croto era lo bien puesto que estaba el ventilador de techo pues que no sólo soportaba el peso de la vieja sino que también seguía andando. Estaba medio ladeado, eso sí, y cada tanto, como la vieja se mantenía en un movimiento de péndulo constante, alguna que otra paleta golpeaba el techo y hacía saltar pedacitos de revoque y plástico.
_ Es un verdadero milagro_ dijo la puta, hermana melliza o gemela de la que estaba colgada_ ya va a hacer casi un año y la Ester sigue ahí todavía sin largar olor siquiera.
El croto era una de esas personas a quienes ni el bando ni los perfumes las afectan en absoluto. Sin embargo, le dedicó una olida al ambiente.
_ Sí_ respondió el croto.
Efectivamente, la vieja no tenía olor alguno sino perfume de jazmín. Sin embargo, aquel cuartito roñoso y de techo alto de prostíbulo colonial apestaba a flores podridas, humo de velas, raid, naftalina, humedad, y, por supuesto, al croto y a su transpiración fuerte y agria.
Había unas mujeres arrodilladas sobre unos granos de maíz y arroz. Le rezaban a la vieja. Lloraban y murmuraban cosas que el croto no llegaba a entender. Cada tanto le clavaban clavos en los pies. El perro se acercó a olerlas.
El croto conocía las facultades milagrosas de la vieja que la volvieron loca en vida y no la dejaban descansar en paz una vez muerta. La gente seguía pidiéndole cosas, exigiéndole cure gente, demandándole dañe otra. Incluso él mismo había requerido de sus servicios alguna que otra vez y los necesitaba ahora.
Se volvió hacia la puta.
_ El acróbata_ murmuró.
Entender al croto y a su dialéctica telegráfica era todo un arte y la puta lo dominaba. Al arte, me refiero. Al croto era imposible. Talvez por eso la puta lo deseaba tanto.
_ Hace tiempo que no lo veo._ dijo la puta mientras tiraba de unas tiritas de seda roja. El croto supuso que le estaría curando el empacho a alguno y enseguida le dio hambre_ Se lo llevaron preso hará cosa de tres meses. Destrozó un almacén porque no le quisieron regalar chupetines. Ya sabés lo infantil que puede llegar a ser esa bestia bruta. No sé qué habrá sido de él. Si lo soltaron debe de andar por la zona del río… por ahí debajo de algún puente, pero no creo… ya se habría pegado una vuelta por acá. Pero también era de perderse. No sé, la verdad.
El croto miró a la puta a los ojos y después le señaló a la vieja.
_ Sí…_ dijo la puta. Se guardó las tiritas en un bolsillo y abrió el cajón de una cómoda espantosa que estaba contra la pared cubierta de flores blancas, rosarios, estampitas y velas. Sacó una tasa de porcelana_ un capuchino.
El croto agarró la tasa con la mano izquierda, espantó a las lloronas a las patadas como si fuesen un par de batarazas quejonas y le dio un puñetazo a la vieja en el estómago. La vieja se dobló en dos y salió expulsada hacia atrás y hacia arriba. El ventilador se quejó y una paleta se quebró contra el techo. La vieja volvió con envión, pero el croto pudo atrajarla. Entonces comenzó a chorrear.
E croto le puso la tasa entre las piernas y la llenó hasta la mitad. Se la bebió de un trago y se la devolvió a la puta.
_ Qué dice?
La puta leyó la tasa y se volvió hacia el croto. Estaba horrorizada.
En el piso, la lloronas se afanaban por lamer las gotas de sangre que caían negras y pesadas. Estaban agradecidas.


Matsuo

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