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Deliración 36: Y sí...

Había notado su mirada en dos ocasiones, así que se armó de coraje, cruzó la calle y avanzó hacia ella. Era rubia, de ojos claros y con un cuerpo bien formado y respetablemente turgente. Se acercó con un chiste fácil que no fue muy bien recibido, pero la arregló con un remate inesperado digno de él. Ella se rió y comenzaron a caminar juntos. En la vereda de enfrente, la mujer con quien soñaría durante el resto de su vida estaba agachada atándose los cordones, bloqueando la vereda, pero nadie nunca tropezó con ella.

Matsuo

Comentarios

  1. Esto demuestra una vez más que el amor es una cuestión de paranoia.

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