Ir al contenido principal

Deliración 44: Uno de ciencia ficción para Gogui.-

Sambucetti entró por la puerta y me miró como reclamándome algo. Como no le di bola, se paseó por la habitación, revisó debajo del escritorio, miró detrás de la cama y se fue. Yo me quedé mirando la pared y sus sombras. Unas ramas podadas y difusas que se movían ligera y mecánicamente. En esa época los robots todavía eran a transistores y ocupaban demasiado espacio. Es por eso que estábamos tan apretados en aquel departamentito de calle Chubut. Tuvimos que voltear la pared de la cocina y distribuir la comida, alacenas, cacerolas y electrodomésticos en los dormitorios y en el living comedor. Con el tiempo, a medida que fuimos leyendo el manual del robot, los fuimos vendiendo. A los electrodomésticos me refiero. El robot los incluía a todos, o casi todos. Tuvimos la suerte de conseguir uno de tiro balanceado, que justo estaba de oferta, pero era medio ruidoso, eso sí. Se notaba que era usado. Era enorme y horrible, pero se hizo querer por feo y porque daba lástima verlo así, todo apretado el pobre, con esas patas desparramadas sobre el piso alfombrado del living que no hacían otra cosa que juntar mugre y pelusa. Y así vivimos hacinados durante mucho tiempo. Sambucetti nunca logró acostumbrarse. A la noche le ladraba. Se ve que había algo que le molestaba. Los robots y los perros nunca se llevaron muy bien. Me levanté de la cama y lo saqué a hacer pis. Afuera, en la calle, no había nadie; sólo la sarna de los domingos.

Matsuo

Comentarios