Roberto Ribosoma Golgi, médico veterinario, amigo de los animales y de los chicos chiquitos, acariciaba un pato en plena costanera cuando vio a una chica hermosa, preciosa, sin igual. Acercósele cubierto de plumas y sacudióse frente a ella. Comenzó a cantar un bolero meloso y atrevido mientras giraba en torno a ella, con los brazos en asa y las manos en la cintura, sin quitarle los ojos de encima y con unos movimientos pélvicos tan élvicos como sándricos. Se arrodilló a sus pies, se frotó contra sus piernas y le olió el traste. Se paró de un salto y gritando como loco alzó los brazos al cielo. Se bajó los pantalones y la meó de arriba abajo.
Hoy tienen tres hijos y ella ya aprendió a lamerse todo el cuerpo solita.
Hoy tienen tres hijos y ella ya aprendió a lamerse todo el cuerpo solita.
Matsuo
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