Muerto y testigo de su vida no hacía otra cosa más que gritar su nombre una y otra vez, desesperado y aterrado, previniendose de lo inevitable tan evitable, de esa mediocridad y de esa frustración que lo acompañó durante toda su vida y aun muerto persistiría, pero por más que se escuchó tantas veces, caminando por la calle, en un parque, en el campo, en su propio departamento, por más que se haya vuelto tantas veces, nunca encontró a nadie, ni reconoció su voz desgarrada, ni se vio muerto y testigo de sí mismo, condenado por boludo.
Matsuo
Vaya descubrimiento de blog...Encuentro diálogos demasiados largos pero muy interesante para un proyecto de guionista como yo.
ResponderBorrarNos seguiremos la pista ;)