Vamos, vamos, ritmo, quiero ritmo, dijo y comencé a escribir sin saber muy bien qué escribir así que comencé a contar la historia de una minita que conocí una tarde, más bien una noche, porque ya era de noche cuando la conocí aunque no era tan tarde, una minita que me miraba y que yo salude por saludar nomás, como a alguien que uno no reconoce pero que lo saluda porque te miran de esa manera que no sabes qué hacer más que saludarlo, y ahí nomás se me vino al humo y me di cuenta de que le faltaban un par de jugadores y me comenzó a acosar y a seguir y yo empecé a correr y a doblar por las esquinas pero no la perdía y ella me tiraba manotazos hasta que me agarró de la remera, me camiseteó, bah, y ahí nomás me arrancó la ropa y se arrancó su ropa y se subió encima mió y ahí nomás me volvió a gritar ritmo, que quería más ritmo, y seguí escribiendo pero esta vez sin comas y describí como se frotaba encima mió y me chupaba y me lamía y yo que gritaba y que cuando quise escapar me clavó las uñas en la espalda y yo grité y a ella le causó gracia y comenzó a arañarme y a desgarrarme y a arrancarme la piel y agarró un puñado de arena y la frotó sobre mi carne y se orinó encima y quiso quitarme los ojos y con el filo de una baldosa me quiso arrancar el cuero cabelludo y con cada golpe de baldosa en la frente yo golpeaba la nuca contra el cordón y traté de voltearla y no podía porque yo era muy chiquito y con la baldosa me rompió casi todos los dientes que por suerte eran todavía de leche y ritmo más ritmo me exigió deformado así que dejé de escribir y me puse a bailar y me aplaudió y yo nunca terminé de contar la historia de la minita que conocí una tarde, más bien una noche porque ya era tarde pero no tanto.
Matsuo
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