Soñé que me había olvidado del chancho, de su volante y de su bufanda, sentado sobre ese resorte flojito, que pegué una tarde, podrido y epifánico, a una tapita de plástico para que no se cayera todo el tiempo al piso. Soñé que me había olvidado de ese chancho rosado y de lo mucho que me gustaba, de la que me lo había regalado y de cuanto la quería. Desperté a sus patadas dormidas, a su aliento caliente, su baba en mi almohada y a su boca cerrada. Desperté como siempre a su lado, enamorado, a escasos dos metros del chancho y a su vaivén que amaga.
Matsuo
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