Al parecer, despertaba cada día, y a veces por las noches, en un cuerpo distinto y en distintas épocas, a veces antes, a veces después, aquí y allá, sin saber muy bien dónde, siempre otro, siempre ajeno, en camas, en veredas, en montes y cada tanto en trincheras, entre personas que no reconocía, hablando lenguas que nunca comprendería, a veces hombre, otras mujer, negro, blanco, amarillo, rojo, nunca animal, siempre humano, aunque no siempre bípedo, y, bueno, ese día tuvo la suerte, suponiendo que se tratase de mero azar, de despertar en un departamento de dos dormitorios en calle Chubut, en el cuerpo de un gordo grandote, con un perro entre las piernas y con ganas de hacer pis. Se pasó el resto de la jornada en calzoncillos, arqueado y tomando mates amargos y lavados, sentado a la mesa y mirando el balcón. Los compañeros del cuerpo usurpado no notaron nada raro. Según dicen, ambos, apropiador y apropiado, eran unos vagos.
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."
me encanto... esta buenisimo..
ResponderBorraraia
Comparto. Es bueno que haya vuelto a publicar. Estoy muy atrasado con las lecturas, pero por aquí andaré.
ResponderBorrarSalud.
Es un placer tenerte de vuelta por acá, Nico!
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