Volví a verlo, esta vez sin tantos tubos y fuera de la pecera, en su sillita, pelirrrojo, todavía durmiendo, respirando por sí mismo, con la nena asomada sobre la mesa, y me acerqué a besarlo, tan serio que estaba, con su ceño fruncido, lo acaricié y le hice cosquillas, y sonrió, y despertó y me miró, y me perdí en esos azules tan ausentes e inmensos. Lo alcé y lo descubrí livianito. A la noche volvieron a internarlo y yo me tuve que ir.
Al parecer será rutina.
Al parecer será rutina.
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