Mediodía, todos los días: el boliche de los Zubriggen con el comisario y la fauna local. Gringos, transpiración, milanesas, pucheros, costeletas, vinos, aperitivos y cervezas; pocas ensaladas y mucho puré. Tablones sobre caballetes sobre tablas de madera sobre la tierra. Risas, historias, anécdotas, aventuras, minas, jodas, fiestas, chismes y secretos. Con quién, a qué edad, de qué edad, de qué manera y cuántos eran. Risas, cuernos y unas pocas peleas.
Comparten mujeres que comparten sus hombres.
Cantinflas escucha. No tiene historias que contar. Se ríe y acompaña.
“Sólo las feas se salvan”, dicen, y Cantinflas escucha...
Te llevo leyendo unos días y... me hacés acordar a Galeano. En mi repertorio de halagos, ese es uno de los mejores, que lo sepas.
ResponderBorrarSe agradece públicamente de una manera humilde y sonrojada... la manera, yo no; por el contrario, henchido de orgullo digo gracias personalmente, y me sonrío consciente de que los halagos no los merezco en absoluto...
ResponderBorrarPor cierto, si hace poco que me lees, recomiendo, como ejemplo de mi bodrio cotidiano, a ésta, una de mis deliraciones favoritas:
ResponderBorrarhttp://cafrunisticosydeliraciones.blogspot.com/2006/03/deliracin-26-la-puteada-definitiva.html
El resto, sinceramente, no vale la pena...
jajaja.
ResponderBorrarYo a lo máximo a lo que he llegado es a diferenciar entre pelotudo y boludo.
Ah, y que sepas que llegué acá porque tu/mi amigo Andrés Argüello me pasó el dat(az)o.
:-)