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Deliración 176: Quién, che?

Ya no me extraña que nadie me extrañe; siempre fui bueno, pero de una bondad comedida y mediocre, intrascendente digamos; nunca salvé la vida de nadie, por ejemplo, sólo me limité dar consejos austeros, levantar ánimos transitoriamente devastados y dar aventones a tristes vagabundos ruteros. La mía es una bondad sencilla y sin pretensiones aparentes; sin embargo, resulta obvio que pretendía memoria y renombre, orgullosamente escudada en una falsa humildad que no la llevó a ninguna parte. Resulté olvidable precisamente por perseverar y mantener una conducta intachable de respeto y decoro. Por no molestar quedé fuera de recuerdo alguno; una sombra, un banco vacío, un tío lejano... nada más.

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