La idea era desapendizarse de su familia, por lo que persiguió un curro ideal, pero por ficticio nomás, que lo esclavizaba diariamente -en algo remotamente semejante a lo que su vocación, ofendida, le reprochaba- a cambio -el curro- de un magro reintegro en especias que destinaba a subsidiar su vida de alquileres sobrevalorados, almuerzos tardíos, meriendas inomitibles y cenas esporádicas, sin lujos ni ahorros ni gastos extras: austero por necesidad y delgado por urgencia; mas conoció niña rica, generosa en carnes, e invitola a invitarlo a cenar y hubo milanesas con huevos a caballo y demás frituras de almidón y, con llagas en las encías, fue consumado un sexo oral y público en diversas y muy variadas posiciones: preñez, parto y casamiento o cuota alimentaria. Tomen, ahí tienen; ¿quién dice ahora que no escribo finales felices?
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."
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