Cada vez que entro a un departamento nuevo -no "a estrenar", sino uno que no conocía previamente- siento la urgencia de mirar por la ventana, por más que el dueño y/o inquilino se empecine en darme un recorrido por los distintos ambientes y mostrarme sus instalaciones; yo necesito mirar por la ventana para apreciar, por más horrible que sea, la vista. No me sucede lo mismo con las casas -donde focalizo mi atención en las cocinas y los baños-, por lo que deduzco que debe tener alguna relación con la altura, el horizonte y, porqué no, la posibilidad de dar un saltito.
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."
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