Empelotudizado por su vieja esperanza de atestiguar algún carnaval carioca o, al menos, gualeguaychuense, le confiesa a su caipirosca barata y desastrosa: "Camino por la rúa de mis sueños paseando a lo turista, comprando cada tanto souvenires de mis propios anhelos para regalar a terceros; y, sin embargo, no dejo de preguntarme porqué no me arriesgo, entre tanto folleto, y me compro un lotecito para edificar mi vida, a mi manera, sin importar lo cursi y ridícula que parezca". Y no se equivocaba.
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."
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