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Deliración 188: Ya muy tarde...

Esa noche, ya muy tarde, la heladera se sacudió por última vez antes de quedarse profundamente dormida y nosotros, frente al televisor, comíamos: comíamos para no hablar, comíamos para no escucharnos, comíamos para no vernos, comíamos para no coger más, comíamos para darnos asco, comíamos para olvidarnos, comíamos lo que encontrábamos: mis libros, tus papeles, tus carpetas, mis revistas, nuestros cuadernos, nuestros perros, tus recuerdos, mis juguetes, nuestros pies, nuestras manos, nuestros brazos, nuestras piernas, tu torso, mi panza, tus labios, mis ojos, los tuyos... De nuestro amor, tan sólo bolos, bilis, flemas hematosas y nuestras lenguas con las cuales nos asfixiamos sin que medie acuerdo alguno, siempre tácitos los dos, luego de papilarnos tanto, no con poco cariño por cierto, pues, ay, qué sabrosa te supe al despertarse la heladera, ya demasiado temprano, aquella mañana.

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