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Deliración 197: Uno - Principio.-

Se ve que el colectivo estaba cachado en la punta porque venía silbando la melodía de un chiflete helado que congelaba a los giles de las primeras filas entre los que se encontraba el traductor errante, pues era el número dos-pasillo, que junto a su compañero de asiento, el número tres-ventana, estaban acurrucados y enovillados en un despelote de camperas, almohaditas, piernas, brazos, cabezas y dedos que se estiraban para cubrir más pero no lo suficiente.

El viaje fue largo y cruel: los colectiveros borrachos y despechados prendieron el aire acondicionado al máximo mientras reían a carcajadas etílicas, los pasajeros morían y el chiflete que chiflaba.

Él tuvo suerte de despertar; el de la butaca de al lado, no. Se desembarazó de su compañero y bajó gélido y epiléptico del colectivo que se había estrellado en el andén 45 contra un carrito de panchos y unos asientos de plástico y caño atestados de bolsos y viajeros podridos y ensalchichados.

Se pidió un café, le cobraron cinco pesos y le resultó intomable: había llegado a Retiro.

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