Lo de limpiarse el culo sólo con papel higiénico era algo que no manejaba del todo bien. Desperdiciaba y le quedaba barrito y tiritas de papel mashé en el peludo valle de su hoyo. Era un tipo de bidet y toallita, de vida fácil y sin preocupaciones, así que cuando vio que el baño sólo contaba con inodoro, ducha y piletita, se sintió en problemas.
Sin embargó, aceptó el desafío: pagó los 140 pesos, manoteó el recibo y se mandó a la habitación para dejar sus cosas.
Había llegado a la pensión un martes cerca del mediodía, con un bolso y una mochila. Había ido por dos semanas y se quedaría tres. Se iría un viernes, con poco más equipaje del que trajo y con mucho menos plata. Se olvidaría un par de medias, unos caramelos y un cuadernito con direcciones. A propósito, dejaría un poco de jabón en polvo de baja espuma, aceite y unas galletitas de agua. Todo era parte de su plan.
Sin embargó, aceptó el desafío: pagó los 140 pesos, manoteó el recibo y se mandó a la habitación para dejar sus cosas.
Había llegado a la pensión un martes cerca del mediodía, con un bolso y una mochila. Había ido por dos semanas y se quedaría tres. Se iría un viernes, con poco más equipaje del que trajo y con mucho menos plata. Se olvidaría un par de medias, unos caramelos y un cuadernito con direcciones. A propósito, dejaría un poco de jabón en polvo de baja espuma, aceite y unas galletitas de agua. Todo era parte de su plan.
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