La tarjeta, mi tarjeta, yo, mi yo enlogado y sintético, mi yo resumido: un rostro vacío cubierto por una barba desprolija y unos anteojos torcidos; el resto: un yo sin rasgos y lívido, con el nombre estampado por debajo con la triste esperanza de ser finalmente identificado con esa suerte de definición que me otorgaron sin mayor mérito que el de etiquetar de alguna manera su afán de multiplicarse y poblar la tierra con un apellido: Brasca, Matías Brasca, y de eso hace ya treinta años, treinta ya, tres décadas de carnes expuestas a esta intemperie que le lleva toda una vida pudrirlas... por cierto, de profesión: escritor y guionista; aunque también hago otras cosas, de vez en cuando, pero sólo para ganarme la vida. Matías Brasca, dos puntos, y luego, la nada...
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."