Levantando la yema del ojo de la rata, rodeado por una bicicleta fija y tres perros que roncaban en sus respectivas almohadas, di por finalizada mi labor del día -a trescientos kilómetros de un cumpleaños que sin fiesta se daba por terminado- sin mucho mérito ni orgullo, y procedí a erguirme, tal y como lo requiere mi especie, envuelto en una bata de un polar delicado, azulino y femenino, sin detenerme a pensar demasiado en eso del travestismo conyugal y la falta de deseo; mas avanzando, sí, hacia ella, en su cama, en nuestra cama, hasta susurrarle al oído, a sabiendas de que estaba ya dormida, que había vuelto a escribir, después de casi dos años, una oración, tan sólo.
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."
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