Los críos trepaban por los techos para morir a gritos ante los aullidos desesperados de los siervos que caían afónicos y rendidos a los pies de sus amos, mayordomos del resto, que fumaban sus tilos en grageas para dormir indiferentes a sus sueños y a la bocina del tren no tan lejano y a los pasos en el techo y a las celosías que cedían y al cristal que estallaba y a los aullidos vacíos y aterrados y a esa cerradura que crujía y a los disparos que salpicaban en paredes y cielorraso y a las respiraciones roncas y flemáticas que se detenían a tan sólo dos pasos de sus camas...
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."
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