Hoy estoy determinado a contar la historia de otra persona, un otro no muy distinto al mío, mi otro, ése que escribe. Ese otro (no el mío, sino el suyo) escribía sobre sus decires, los calcaba a medida que los pronunciaba y la gente se complacía con sus negativos industriales. Poeta coloquial y conservador amanerado, caminaba repasando su aspecto en las vidrieras que se espejaban con la luz del mediodía. Entre tantos tantos, buscaba a sus otros otros y los descubría; se daban la mano, se presentaban cada cual a su manera y los encuestaba. En la media de sus esfuerzos y sus logros, trazaba la tangente de una familia y otros tantos más cuyos sueños calificaban como tales y los canonizaba y los alienaba. Los boceteaba en lápiz y los definía en times new roman 12. El avión los repartía y sus letras nos llovían durante los domingos y algunos feriados, aunque dicen que el viento se las llevaba para Río Segundo, sin que nadie supiese muy bien porqué. De su nombre, sólo nos quedó una biblioteca ambulante que muy pocos han visto. Quienes lo conocieron, alzan los hombros: "nunca le entendimos nada" dicen, "pero qué buen tipo que era".
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."
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