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Deliración 391: La rusa 5

Kozinsky se volvió, se arrastró y corrió como pudo intentando perderse entre la mata de monte que rodeaba la casa. Se escondió en la letrina y se esforzó por cargar su escopeta y respirar sin toser sus pulmones con la esperanza de no ser descubierto. Temblaba, su movimientos eran torpes y los cartuchos se le resbalaban entre las manos enjabonadas de sangre. Gritos, más gritos y pasos desesperados entre los yuyos y los espinillos. Alguien abrió la puerta de la letrina y Kozinsky descargó los dos cañones de la escopeta. El pecho del tipo se abrió en una negrura viscosa que se tragó su ropa y atravesó su cuerpo; voló hacia atrás y parte del rostro y un brazo se separaron del resto. Entonces, las tablas de madera comenzron a estallar atravesadas por decenas de balas y miles de perdigones. El cuerpo de Kozinsky se sacudió en pedazos revotando dentro de la letrina. Luego, el silencio; la noche.

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