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Deliración 417: Venía durmiendo...

Trepó por las butacas y salió a travez de una ventana; era de noche y no había luna, sólo estrellas. Vió gente corriendo y perdida, y recordó a la chica. La buscó entre las sombras, pero no pudo encontrarla. Era rubia o castaña, de ojos claros y con un lunar sobre los labios; hermosa y delgada, demasiado flaca, pero lo suficientemente hermosa. No usaba anillos ni aros ni cadenitas; tampoco estaba pintada. Estaba concentrada en arrancar la pelusa atrapada en el velcro de las cortinas. Dedos finitos y uñas cortas sin esmalte. Estaba aburrida, pero reacia a resignarse. Nunca lo miró, y él se sentó a tres filas de distancia. Creía olerla. El colectivo arrancó, rumbeó hacia el campo y se perdió entre las sierras. Venía durmiendo y despertó al golpearse contra el respaldar del asiento de adelante. Todo daba vueltas y los pasajeros gritaban en silencio. Las butacas se volvieron esponjas empapadas y los bolsos, cañonazos... Ya en la noche, pensó en volver por la ventana. Asomó la cabeza y reconoció el rostro aplastado de su hermano.

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