Yo no lloro, me arrepiento y miro demasiado hacia atrás, nada más. Pero no, no lloro; desconfio y casi nada me lastima. Ya tampoco me compadezco de la gente; ya no me siento responsable de la suerte ajena. Afiancé mi egoísmo para tratar de entenderme sin que el resto me interrumpa tanto y, de repente, ahora, sin que pueda controlarlos, todos estos recuerdos comandos, profesionales, certeros y contundentes. Tantos y tan olvidados que ni parecen míos; toda esa parte de mi vida que evidentemente esquivo de mi memoria. Es la proximidad de la muerte y tantas ausencias, supongo. El de hoy fue una canción que empezó a sonar tratando de recordar la letra de la Cumparsita, y entonces vino Krypto, mordiendo la tela mosquitera de mi ventana, y así fue que las vi: en casa, las rejas daban a nuestro propio patio; pero al frente, nada...