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Deliración 426: Cualquiera diría...

A él le costaba hablarle por teléfono siquiera, y ella empezó a cansarse de tanto esfuerzo. Chateaban durante horas, noches enteras; pero él no podía pronunciarse, no sabía qué decirle cuando escuchaba su voz. Para cuando se animó a conocerla, ella ya no estaba interesada y es que realmente había pasado mucho tiempo. Ella era hermosa, de una belleza sencilla, de un discurso sincero y de una tristeza humilde y profunda. Quería nacer y se le notaba. Para ese entonces la pretendían demasiados, y él era un caso complicado, como un vago ejemplar de humano y apenas, si acaso, de hombre. Aparte había conocido otra mina. Sin embargo, estaban ahí, se presentaron como habían prometido. Hubo silencios, demasiados, y la charla habló de terceros. Parecían decirse esperamos demasiado, ya no estamos solos y ya no nos necesitamos. El abrazo fue sincero y sorpresivamente mutuo, como pidiéndose no me olvides. Pasaron años, muchos, más de trece seguro. Siguieron en contacto, escribiéndose esporádica e inesperadamente, y lo curioso es que aún se responden y se mantienen al tanto. Cualquiera diría que, al menos uno de ellos, sigue enamorado.

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