Es injusto saber que la casa donde crecí ya no me pretenece. Sé que me dejé varios recuerdos enterrados en el patio, pero no puedo asegurarlo ni mucho menos confirmarlo. La abandonamos con el pasto crecido, salvaje y enyuyalizado hasta la cintura; y a veces me descubro soñando con la cortadora eléctrica, tan amarilla y oxidada, haciendo un esfuerzo descomunal y afónico por avanzar entre esa gramilla mutante. El humo del motor quemándose, y la pausa, y una predisposición a ordenarme, y re-comenzar por los bordes, de a poco y tranquilo, como re-planteándome el sueño y el proyecto; pero nunca lo veo concluido. Recuerdo entonces un agujero en el tapial del fondo que daba a la casa de unos vecinos que jamás conocí. Sólo sé que tenían un laurel enfermo, mugre y tortugas. Supongo que la pregunta que me hago es qué recordarán de mí, ellos...
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."
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