'Sé que suena un poco prepotente de mi parte, pero eventualmente voy a garcharte', le dijo desde el otro lado del vagón. Se venían cruzando seguido últimamente y ya se habían identificado como fedigreses de la línea A incluso antes. Esa tarde iban acompañados de otras cuatro personas: un viejo, dos pibas y un flaco con auriculares demasiado grandes para su marulo. Ricardo se sonrió y retrucó: 'ya sabés, mi parada es la próxima'. 'No', dijo entonces Rubén, 'tu parada es ésta'; y se rieron cómplices ante el silencio que habían detonado.
El flaco de los auriculares se los quitó para oír de qué venía la cosa, ya que los rostros del resto le evidenciaban que se estaba perdiendo de algo. No logró entender mucho, pero la música que se destapó de sus parlantes enromantizó la velada.
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."
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