El horizonte del inodoro estaba ladeado. Se notaba porque el lago verdopinoso se arriñoneaba hacia la izquierda. Era eso o la pileta había sido desprolíjamente moldeada. Meó y luego escupió sobre la espuma. Pensó en la playa y el mar, la arena... Digamos que se despertó y se descubrió todavía con el pito afuera. Arrancó un pedazo de papel higiénico y secó el borde y el piso. Tiró el bollo al cesto desbordado y apretó el botón con el codo. Guardó el pito detrás del calzoncillo y lo precintó con la bragueta del jean. Pateó la puerta que rebotó y le abrió paso al resto del baño. Estaba solo y sintió una inminente urgencia por masturbarse. Se reprimió y optó por lavarse las manos en agua helada. El mar, la playa; ella. Ella de espaldas y su culo enorme y su mano fría apretando un cachete de ese culo enorme y su risa, y su sonrisa y ese lunar que hacía las veces de lágrima podrida. Digamos que se despertó y se descubrió ante el espejo, mirándose a sí mismo y con la boca entreabierta. Se sonrió...
'Qué buen culo, hija de puta' y metió las manos bajo el secador.
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