Como la mayoría del resto, llegué a la vida de mis viejos demasiado tarde (y supongo que a mi hijo le pasó lo mismo). En mi caso, conocí al mío ya muy cómodo y aburrido en su puesto de empleado público. De las anécdotas que contaban sus amigos no quedaban ni rastros y, sólo de vez en cuando, se emborrachaba para reírse a carcajadas. No era parco ni callado, sino más bien bocón e inseguro.
Mi hermano siguió su mismo camino y se metió en la municipalidad, pero (no sé si fue por una cuestión generacional o porque quizás nos criaron con más ambiciones) él hizo carrera política y escaló a puestos más altos y ahora aparece en las listas sábana de los radicales.
Mi vieja fue maestra de primaria, pero logró jubilarse por anticipado; así que, durante nuestra adolescencia, pasó casi todo su tiempo en casa, dedicada a nosotros. Eramos su vida, nos decía, y supongo que veía nuestros 18 años como su fecha de vecimiento.
Mi hermano siguió su mismo camino y se metió en la municipalidad, pero (no sé si fue por una cuestión generacional o porque quizás nos criaron con más ambiciones) él hizo carrera política y escaló a puestos más altos y ahora aparece en las listas sábana de los radicales.
Mi vieja fue maestra de primaria, pero logró jubilarse por anticipado; así que, durante nuestra adolescencia, pasó casi todo su tiempo en casa, dedicada a nosotros. Eramos su vida, nos decía, y supongo que veía nuestros 18 años como su fecha de vecimiento.
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