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Deliración 456: El cliché - 2

Mi hermano se había ido primero, para estudiar Abogacía en Córdoba (y es que ahí habían estudiado los tíos; aparte, Rosario era peronista y eso era inaceptable para la familia); pero para cuando me tocó estudiar a mí, él ya había decidido abandonar la carrera y volverse para trabajar en Rafaela. Vivimos juntos sólo un año, compartiendo pieza en una pensión de Alberdi, y fue suficiente; no nos parecemos en nada.

Yo opté por el pragmatismo; abrí el diario en la sección Clasificados (hice lo mismo durante todo el verano antes de empezar la facu), y busqué cuál era el título que más demanda tenía: Ingeniero en Sistemas, una carrera tan vaga e imprecisa (casi tanto como el Administrador de Empresas), que básicamente servía para todo.

Me inscribí y la llevé al día, salvo por casi dos agnos, después de cursar el cuarto, en los que me dediqué a viajar a dedo para conocer primero la provincia y luego el resto del país. Nunca llegué al sur, y me quedé dando vueltas por el centro-norte (de Río Negro para arriba).

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