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Deliración 463: El cliché - 9

Los mellizos salteños llegaron como al tercer año, y se quedaron dos. Bruno se puso de novio con la chica enseguida, ni bien llegaron. Muy linda chica, la verdad; me cuesta creer que ahora a mi hijo le gustan los varones. Bah, seguro que siempre le gustaron, no sé bien cómo funciona eso.

Él también se vino a vivir a la pensión conmigo, cuando estaba allá por tercer o cuarto año de la facultad, y ahí se quedó ahora. El optó por Diseño, pero después se metió en Publicidad. No terminó ninguna de las carreras, pero se puso a trabajar y ahora está metido en una productora. Su madre me echa la culpa a mí, ella quería el título; pero lo ve bien. Ella tomó lo de la homosexualidad como un símbolo de status casi; yo, la verdad, no sabía qué pensar. No es que yo haya sido muy mujeriego en mi vida tampoco, ni tampoco me considero un homofóbico; pero siempre tomé a los putos por locas o por tipos confundidos, como demasiado perdidos. Cómo llega un tipo a darse cuenta que le gustan los tipos? De hecho, le pregunté; pero me respondió que no trate de entenderlo, que no hay un motivo, que no hay una duda; sino una certidumbre que uno trata de esquivar. Uno no elige el sexo ni la orientación, me dijo; pero más o menos uno elige llevar una vida de mierda o no. El problema es la vergüenza, me dijo; o lo que pensarán los que uno más quiere. Me dijo muchas más cosas, y yo, mientras tanto, me acordaba de un puto que vivió en la pensión cuando eramos estudiantes.

Le decíamos Ramona, porque venía de ese pueblo de Santa Fe, pero sobre todo porque era putazo. No me acuerdo qué estudiaba, pero sé que se recibió. Me acuerdo que lo queríamos, pero lo tratabamos mal porque había que tratarlo mal. Me acuerdo que una vez al mes, más o menos, venía un camionero y pasaba la noche en su pieza. Nadie decía nada porque el macho era grandote, una bestia, y le pegaba. Pobre Ramona, alguien dijo alguna vez que el camionero era su tío.

No supe qué decirle cuando terminó de contarme, me quedé ahí sentado a la mesa frente a él; y Bruno, paciente, se quedó mirándome. Sabía que me iba a llevar tiempo procesarlo, pero yo tenía miedo de preguntarle si alguien le había hecho algo alguna vez. Mi Brunito...

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