Mi ex es buena persona, pero está loca... bah, ni siquiera: es pretenciosa en un mundo berreta, un mundo de porquerías. No es que sea exigente ni nada por el estilo; sino que nunca va a estar satisfecha, qué sé yo... Es muy buena madre, una madraza. Se volvió a casar, creo que dos o tres años después que nos divorciamos con un abogado o un contador. No sé, el tipo se refiere a su oficina como 'su estudio'... a lo mejor es arquitecto; un boludo. Y no, no es el tipo con el que me metía los cuernos...
Al principio teníamos planes parecidos, pero porque eran muy vagos: terminar la carrera, conseguir un buen laburo, formar familia, comprar un lote, construír una casa, etc. Cuando uno empieza a concretar proyectos, empiezan a notarse las diferencias irreconciliables entre las distintas percepciones y más que nada de las distintas conveniencias. Generalmente uno apuesta al futuro y no le da bola a todos esos indicios que apuntan a una ruina inminente. Nosotros hicimos eso, más o menos durante catorce años. Separarnos fue lo mejor, aunque el juicio de divorcio fue una catarsis brutal; una purga a las trompadas judiciales. Fuimos injustos e inmorales, nos robamos y nos humillamos. Concentramos todas nuestras frustraciones en odiarnos y, al final, ella se quedó con el departamento, el auto y Brunito.
Diez años más tarde me la garché llorando en la pieza de mi pensión; la misma pieza que ella había rechazado una y otra vez, unos veinticinco años atrás; la misma pensión en la que vivía mi hijo conmigo. Terminé más que satisfecho, fue uno de los mejores polvos de mi vida. Ella? No sé... y, la verdad, no me importa...
Pensé en el boludo de su marido y en que le había metido los cuernos conmigo... mi vida es un cliché...
Al principio teníamos planes parecidos, pero porque eran muy vagos: terminar la carrera, conseguir un buen laburo, formar familia, comprar un lote, construír una casa, etc. Cuando uno empieza a concretar proyectos, empiezan a notarse las diferencias irreconciliables entre las distintas percepciones y más que nada de las distintas conveniencias. Generalmente uno apuesta al futuro y no le da bola a todos esos indicios que apuntan a una ruina inminente. Nosotros hicimos eso, más o menos durante catorce años. Separarnos fue lo mejor, aunque el juicio de divorcio fue una catarsis brutal; una purga a las trompadas judiciales. Fuimos injustos e inmorales, nos robamos y nos humillamos. Concentramos todas nuestras frustraciones en odiarnos y, al final, ella se quedó con el departamento, el auto y Brunito.
Diez años más tarde me la garché llorando en la pieza de mi pensión; la misma pieza que ella había rechazado una y otra vez, unos veinticinco años atrás; la misma pensión en la que vivía mi hijo conmigo. Terminé más que satisfecho, fue uno de los mejores polvos de mi vida. Ella? No sé... y, la verdad, no me importa...
Pensé en el boludo de su marido y en que le había metido los cuernos conmigo... mi vida es un cliché...
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