En la cocina encontró al portero del edificio. Estaba alterado, como acelerado; enojado y confundido. Otro de los inspectores le preguntaban una y otra vez lo mismo, pero sabían que era al pedo. Descubrió la cafetera (era de esas que se cargan con cartuchos multicolores) y se hizo un café. Se volvió y vio que el portero lo miraba sorprendido.
_ ¿Usted quiere?_ preguntó.
_ No... _ dijo el portero, pero entonces reaccionó (como despertando de un sueño)_ ¿quién va a limpiar todo esto?
Los inspectores se miraron:
_ ¿Qué sé yo? Usted, el dueño del depto... la inmobiliaria…
_ Yo no pienso limpiar esto. _ dijo el portero, convenciéndose a sí mismo.
Tanta simpleza lo enterneció, y se acordó del video. Sonrió. Sacó el teléfono de su bolsillo y buscó la publicación para comentarla; pero no la encontró. Tampoco encontró el perfil de su esposa entre sus amistades. Utilizó el motor de búsqueda de usuarios de la aplicación, pero su mujer había desaparecido. “Qué raro”, dijo.
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