El amo se llama Simón, su perro también; aunque se pronuncia Simon (con acento en la ‘i’), por mera cuestión locativa. El perro se escapa y desaparece en el monte que crece junto al camino. Ladra, ladra como loco. El amo le llama, pero el perro no vuelve. Su tono cambia, el amo lo nota; el perro no ladra como antes. Le llama, el perro le está llamando. El amo se decide y lo sigue; metros más tarde encuentra un cuerpo desmembrado. El perro mueve la cola, feliz porque su amo le entendió. Es una niña, el cuerpo; los pedazos, era una niña.
"Bienvenido todo aquél que en calidad de tal permaneciere lejos; pues que de acercarse sería éste y no aquél, y como tal molestaría."
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