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Deliración 492: Yo que vos, me vuelvo 8

Simón trabaja desde casa, es diseñador gráfico; aunque hace semanas que no realiza ninguna entrega. Los e-mails se apilan y la batería de su teléfono murió hace días. Ya no usa Facebook ni Twitter, sólo Tumblr o Instangram o YouTube. Ya no lee, sólo imágenes y sonidos; y ni siquiera tanto (y ni siquiera porno). Simón trabajaba desde casa, entonces; ahora sólo permanece. Afuera hace demasiado frío; demasiado frío y la gente muere y hay demasiado odio (lo odian, Simón sabe que lo odian). Afuera hay un gran vacío sospechoso. Adentro de la casa está seguro. Adentro de la casa sólo están él, el perro, su mujer y su hija (aún más adentro y más segura). Afuera es vértigo, y se pasa horas asomado a las ventanas de la casa (siente cierto placer en ese pánico). La que está detrás de su escritorio da a la rotonda de la esquina. No tiene flores, ni plantas, ni arte; es sólo un círculo de cesped muerto en medio del cruce de dos avenidas. Más allá hay una parada de colectivo. Más acá, frente a su casa, hay un auto. El auto también es verde y pasa horas estacionado. Cuando se asoma a ventana de la cocina, Simón puede ver al auto más de cerca. Sus vidrios suelen estar empañados, y es que hay alguien (Simón lo sabe) respirando adentro.

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