Lorena tenía 23. Era de Ceres y estudiaba Asistencia Social. Mónica tenía 24, y era compañera de Lorena en la Facu. Ella era de Santa Rosa. El hermano de Lorena había estado viviendo con ellas hasta fines del año anterior, pero a partir de enero se fue a vivir con unos amigos a unas pocas cuadras de distancia. Entonces se incorporó Sabrina. Ella era prima de Lorena, pero era de Rafaela. Tenía 18 y estaba en el primer año de Publicidad.
Buenas minas, muy simpáticas y abiertas. Mantenían noviazgos con muchachos de sus ciudades de origen y un par de relaciones paralelas y no muy clandestinas en Córdoba y sus alrededores. Nada fuera de lo normal, digamos.
Lorena y Mónica participaban como voluntarias en varios programas municipales de asistencia social; principalmente, haciendo de "che, pibas" en los laberintos burocráticos de las distintas secretarías de la ciudad y sus correspondientes provinciales. Lorena tenía particular debilidad con los niños y Mónica con los ancianos.
El tío de Lorena había desaparecido en la dictadura y su figura siempre estuvo presente en su fantasía idealista: "el tío le daba de comer a los chicos en las villas", le decían y agregaban que "por eso lo mataron".
Mónica había crecido frente a un geriátrico. Cada noche escuchaba a los viejitos gritar y pedir ayuda. Supuestamente no les pegaban, pero tampoco los trataban muy bien; los mantenían hacinados y sucios, en condiciones bastante vergonzosas. A veces se los cruzaba en la vereda y le pedían de comer. Cada tanto se escapaban, pero los descubrían antes de llegar a la esquina. Sus padres denunciaron las condiciones del lugar a la policía y a la municipalidad, pero en ese entonces no había normas estrictas al respecto; y, por otro lado, los familiares jamás presentaron queja alguna.
Sabrina había empezado publicidad sin que le interesase mucho el tema, pero estaba persiguiendo a un chico que le gustaba desde hacía 3 años: el mejor amigo del novio. Todavía no había pasado nada entre ellos, pero ella explotaba todas las oportunidades que se le daban para acercarsele y hacer grupo con él. El chico se prendía en el histeriqueo, pero no concretaba ni amagaba mucho por temor a lastimar al amigo. Para su sorpresa, Sabrina resultó tener una facilidad innata para los remates y slogans publicitarios. De hecho, había sido apadrinada por una de las profesoras de la facu y la había invitado a sumarse como pasante en su estudio.
Mucha onda no tenían con las del 4to A, pero Luciana les caía bien; Andrea les resultaba insoportable, y Augusto... bueno, apenas lo registraban.
Buenas minas, muy simpáticas y abiertas. Mantenían noviazgos con muchachos de sus ciudades de origen y un par de relaciones paralelas y no muy clandestinas en Córdoba y sus alrededores. Nada fuera de lo normal, digamos.
Lorena y Mónica participaban como voluntarias en varios programas municipales de asistencia social; principalmente, haciendo de "che, pibas" en los laberintos burocráticos de las distintas secretarías de la ciudad y sus correspondientes provinciales. Lorena tenía particular debilidad con los niños y Mónica con los ancianos.
El tío de Lorena había desaparecido en la dictadura y su figura siempre estuvo presente en su fantasía idealista: "el tío le daba de comer a los chicos en las villas", le decían y agregaban que "por eso lo mataron".
Mónica había crecido frente a un geriátrico. Cada noche escuchaba a los viejitos gritar y pedir ayuda. Supuestamente no les pegaban, pero tampoco los trataban muy bien; los mantenían hacinados y sucios, en condiciones bastante vergonzosas. A veces se los cruzaba en la vereda y le pedían de comer. Cada tanto se escapaban, pero los descubrían antes de llegar a la esquina. Sus padres denunciaron las condiciones del lugar a la policía y a la municipalidad, pero en ese entonces no había normas estrictas al respecto; y, por otro lado, los familiares jamás presentaron queja alguna.
Sabrina había empezado publicidad sin que le interesase mucho el tema, pero estaba persiguiendo a un chico que le gustaba desde hacía 3 años: el mejor amigo del novio. Todavía no había pasado nada entre ellos, pero ella explotaba todas las oportunidades que se le daban para acercarsele y hacer grupo con él. El chico se prendía en el histeriqueo, pero no concretaba ni amagaba mucho por temor a lastimar al amigo. Para su sorpresa, Sabrina resultó tener una facilidad innata para los remates y slogans publicitarios. De hecho, había sido apadrinada por una de las profesoras de la facu y la había invitado a sumarse como pasante en su estudio.
Mucha onda no tenían con las del 4to A, pero Luciana les caía bien; Andrea les resultaba insoportable, y Augusto... bueno, apenas lo registraban.
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