Ella se revolcaba contra la ventanilla, ovillada desesperadamente sobre el asiento del acompañante. Él trataba de consolarla, pero el cinturón de seguridad le impedía alcanzarla y sus dedos apenas rozaban sus mejillas. Ella gritaba varicosamente, estrangulando cuello, sienes y mejillas; desgarrando sus labios a latigazos mientras ensaunaba el auto con el hervor de las lágrimas. Él se atrofiaba ante tanta impotencia, asfixiándose en la vergüenza de no ser más que un hombre... sin siquiera poder ser el que ella esperaba y, mucho menos, el que ella necesitaba en ese ahora fulminante.
Estaban mal estacionados frente a la clínica del médico de familia, cruzados sobre las siluetas blancas y azules dibujadas contra el pavimento. Se ve que habían amagado a arrancar, pero la estampida del calvario arremetió contra su represión Calvinista en ese exabrupto silenciado por la aislación térmica del vehículo.
"La peor de las noticias", me dije mientras caminaba frente a ellos, despacito, hacia la bicicleta en la que había dejado una de las muñecas de mi hija. Traté, pero no pude dejar de mirarles y proyectar... y de repente presentir el vértigo ante un abismo inimaginable. Metí la cabeza dentro del cajón de madera, corrí los almohadones y las correas; y alcé la muñeca mugrienta de arena. Tanto dolor, tanta pena... y tanta suerte, la nuestra.
Estaban mal estacionados frente a la clínica del médico de familia, cruzados sobre las siluetas blancas y azules dibujadas contra el pavimento. Se ve que habían amagado a arrancar, pero la estampida del calvario arremetió contra su represión Calvinista en ese exabrupto silenciado por la aislación térmica del vehículo.
"La peor de las noticias", me dije mientras caminaba frente a ellos, despacito, hacia la bicicleta en la que había dejado una de las muñecas de mi hija. Traté, pero no pude dejar de mirarles y proyectar... y de repente presentir el vértigo ante un abismo inimaginable. Metí la cabeza dentro del cajón de madera, corrí los almohadones y las correas; y alcé la muñeca mugrienta de arena. Tanto dolor, tanta pena... y tanta suerte, la nuestra.
Comentarios
Publicar un comentario