Josefína exige respuestas, sólo una aunque sea, ya que, a esta altura de la vida, es lo que uno espera y cualquiera diría que, tan convencidos de nuestra derrota, no hacemos nada para evitarla y así permanecemos atados a los sueños de la memoria, a la nostalgia de no haber sido, al romanticismo de no ser, empecinados en mantener nuestras fantasías en un imposible o, quizá, aún insistimos en esa rebeldía de no tomarnos en serio; mas sea como fuere, hace más de diez años que decidimos escudarnos en la filosofía del Nunca-Jamás para no crecer hacia nuestros padres, aterrados por esa cosa de la imagen y semejanza y los ojos de uno y la sonrisa del otro y las orejas de los abuelos.
Personalmente, no me criaron con las fuerzas suficientes como para insistir y perseverar y alcanzar mis ansias cueste lo que cueste, sino que me evangelizaron en una ética aterrorizada por tales costos. Confundo mis metas con logros ajenos y pierdo la noción de éste, mi tiempo que pasa en cómodas cuotas que me esfuerzo por cancelar a fin de mes y así es como financio está, mi vida que no soñé ni pretendo.
Parecerá una pavada, pero creo que no importa tanto qué hacemos de nuestras vidas sino para quiénes las vivimos...